Ferdinand Zecca (1864-1947) tuvo unos orígenes humildes. Segundo hijo del conserje del Théâtre de l’Ambigu en París, comenzó su carrera artística actuando y tocando la corneta en los cafés de la capital. En 1899, Zecca y otro compañero de profesión, Charlus, actuaban juntos en una fantasía musical titulada Le Muet mélomane. A petición de Georges Dufayel, propietario de los grandes almacenes que llevaban su nombre, realizaron un corto adaptando el número.
En abril de 1900, en la Exposición Universal de París, el empresario cinematográfico galo Charles Pathé se encontró con retrasos en la instalación de su pabellón y contrató a Zecca para realizar la tarea. Éste debió hacer un trabajo realmente bueno porque Pathé lo contrató como ayudante del director de los estudios que tenía en Vincennes. Hasta 1906, el propio Zecca dirigiría o supervisaría cientos de películas. Las primeras eran descarados plagios de cintas inglesas, pero no tardaría en dirigir sus propios films. A la conquête de l’air (1901), fue uno de los primeros además de ser una cinta pionera en el cine de ciencia ficción.
En ella aparecía una extraña y ridícula máquina impulsada a pedales, llamada Fend–l´air (“hiende aires”), que volaba sobre los tejados de Belleville. Su importancia reside no en su duración (1 minuto) ni en su argumento, sino en que es el primer ejemplo conocido en el que se utilizó la técnica de pantalla partida: primero rodó en el estudio a un anónimo individuo montado en el ingenio volador cubriendo la mitad inferior del objetivo; luego, desde puntos elevados, hizo tomas aéreas de París con la mitad superior cubierta. Confluían así en un solo plano dos filmaciones distintas.
Resulta sorprendente la velocidad con la que evolucionó la técnica cinematográfica en estos primeros años. Cuando todavía el público consideraba al nuevo medio una novedad, ya aparecían los primeros efectos especiales. El sueño de volar, que todavía no se había concretado en ningún ingenio en aquellos años, se hacía realidad en la pantalla de una forma muy convincente para el público de la época, que llegó a pensar que no existía truco alguno.
En una época en la que los derechos de autor no existían y donde no se hacían remilgos a la hora de copiar el trabajo de otros creadores, el corto de Zecca no quedó a salvo del plagio. En 1902, tan solo un año después de su realización, tuvo un calco casi exacto en Estados Unidos, The Twentieth Century Tramp, dirigida por Edwin S. Porter, si bien aquí el avión era sustituido por una simple bicicleta y el “piloto” representaba un personaje de cómic enormemente popular por aquellos años, Happy Hooligan, creación de Fred Opper.
La idea de plasmar artilugios voladores en la pantalla era demasiado atractiva como para que otros realizadores la desdeñaran en estos primeros años de experimentación temática y narrativa. Entre ellos cabe destacar a Georges Méliès con Le Dirigeable Fantastique (1906) o Stuart Blackton con The Airship (1908)
La carrera posterior de Zecca fue muy amplia y, con un par de excepciones ‒El amante de la luna (1905) y Viaje a través de una estrella (1906)‒ escapa al campo de la ciencia ficción, por lo que no entraré en ella en detalle. Baste decir que dirigió, supervisó e incluso actuó en cientos de películas, desde odiseas históricas a comedias pasando por cuentos de hadas o dramas sociales. Codirigió La Vie et la passion de Jésus Christ (1905), que, con una duración de 44 minutos, fue quizá el primer largometraje sobre Jesús. En 1909, ayudado por el aragonés Segundo de Chomón, fue pionero en el cine a color…
Copyright del artículo © Manuel Rodríguez Yagüe. Publicado previamente en Un universo de ciencia ficción y editado en Cualia con permiso del autor. Reservados todos los derechos.