A fines de 1945, Hugh Trevor-Roper (1914-2003), entonces empleado de la inteligencia británica, recibió el encargo de averiguar qué había sido de Adolf Hitler, desaparecido desde mayo de aquel año.
Así empezó una investigación sobre el final del déspota nazi, que se publicó en 1947 (Los últimos días de Hitler / The Last Days of Hitler) y fue retocada en sucesivas ediciones, hasta llegar a la séptima y definitiva (1995).
El historiador reconstruye con minucia novelesca el ocaso y la liquidación del gobierno nazi, con un pulso muy atractivo de filme de suspense. Permite ver la crisis de una mentalidad paranoica (todo nacionalismo lo es) que se encuentra con el omnipotente perseguidor que lo derrota y somete: la alianza de eslavos y judíos. Hundido a quince metros bajo tierra, dando órdenes y profiriendo amenazas de muerte sobre ejércitos inexistentes, invocando a un imperio en ruinas, Hitler proclama la traición universal de los suyos y descubre su pasión esencial: aniquilar.
Como Wotan, el personaje de su amado Wagner, destruye el mundo para impedir que sus enemigos se queden con él. Y como en un segundo acto de Tristán en clave de culebrón, se casa con Eva Braun un día antes del doble suicidio, el único día de su vida en que Fraulein Braun exigió ser llamada Frau Hitler.
Aparte de cronista y detective, Trevor-Roper es historiador y extrae sus conclusiones: Hitler fue vencido porque era un dictador, un poderoso irresponsable e incontrolable, cuyos errores no podían ser señalados ni admitidos. Esto llevó a una paulatina degradación de técnicos y militares, al encierro y la psicosis histórica, la vecindad de una sociedad ignorante del mundo y delirante de omnipotencia. El tópico de una Alemania grandiosa y fracasada: el ocaso de los dioses.
El de Trevor-Roper es un libro para repensarlo: en el corazón del mundo civilizado anida siempre su peor enemigo.
Imagen superior: Hitler retratado por Heinrich Hoffmann.
Copyright del artículo © Blas Matamoro. Este artículo fue editado originalmente en la revista Cuadernos Hispanoamericanos. El texto aparece publicado en Cualia con el permiso de su autor. Reservados todos los derechos.