Cualia.es

«Todas putas», de Hernán Migoya

Debemos a Hernán Migoya algo más que una vigorosa y rotunda serie de relatos, escrita con inteligencia, humor negro y descaro. Alguien más delicado pensará que lo que yo deseo a la hora de elogiar Todas putas es utilizarlo como un ejemplo de atrevimiento literario. Reconozco que la incorrección política Migoya puede no ser apta para todos los gustos, pero… qué diablos: la literatura también debe servir para agitarnos al borde del abismo, mostrándonos que estamos hechos de sangre, de vísceras y de muy malas intenciones.

Hace unos cuantos años, la publicación de Todas putas organizó un escándalo de los que hacen época. Desde el primer momento, dos bandos se enfrentaron a propósito del libro. Por un lado, Lucía EtxebarríaPilar Rahola y otros custodios de lo políticamente correcto organizaron un sonoro aquelarre en el que la obra fue demonizada a conciencia.

Como en este país nadie da puntadas sin hilo, conviene advertir que aquella primera tirada de la obra se debió a El Cobre Ediciones, un sello entre cuyos socios figuraba Míriam Tey, nombrada directora del Instituto de la Mujer por José María Aznar.

Una cosa llevó a la otra: la contundente irreverencia del libro sirvió para que la oposición cargase contra Migoya, con el fin de perjudicar a Tey, y de paso, poner chinchetas en la trayectoria de los populares.

La responsable del área de mujer en las filas socialistas, Micaela Navarro, pidió la dimisión de Míriam Tey con esa rotundidad teatral que suele darse en tales circunstancias. Dos eurodiputadas socialistas, Elena Valenciano y Soraya Rodríguez, se dirigieron a la Comisión Europea para denunciar al Gobierno por no destituir de su cargo a Tey y por no denunciarla «como responsable de un delito de apología de la violación y la pederastia (…) La responsabilidad pública que ostenta la directora del Instituto de la Mujer le obliga precisamente a perseguir los hechos que ella misma ha cometido”.

Sabemos que a Tey no la defendió adecuadamente el PP y que, al final, ésta dejó la vida política. Son las cosas que tiene esta tierra cainita y aficionada a las trincheras casi tanto como a las hogueras.

Con todo, es interesante leer el ilustrativo (?) comentario que Lucía Etxebarria le escribió por aquellas fechas a Miguel Ángel Martín: «Si al Migoya le da por escribir chorradas, es su puto problema. Si quiere creerse un buen escritor, pues mira, a cada cual con sus delirios». Se ve que Etxebarría estaba dispuesta a creer lo peor de Migoya «teniendo en cuenta que su editora es, según dicen, amiga personal de Aznar, y que Migoya viene de Ponferrada, ese sitio donde el alcalde acosa a sus concejalas con el beneplácito y aprobación de su partido. Y es que si la violación está bien y mola ¿va a ser reprobable el acoso? (…) lo del Migoya es tan plano como el encefalograma de su editora.»

Dos relatos del libro, «El violador» y «Porno del bueno», alimentaron el fuego en el que se quiso incinerar a su autor, insistiendo en una confusión bastante estúpida y reaccionaria entre quien escribe y las criaturas nacidas de su fantasía. Que en el caso de Todas putas esas criaturas sean ocasionalmente monstruosas sustentó dicho despropósito, aireado por políticos incultos y por periodistas iletrados.

En el colmo de la simpleza, la supuesta «misoginia» de Migoya también fue denunciada, con lo que pasó a las hemerotecas la más vívida expresión de esa España inquisitorial que persiste en la derecha y –oh, sorpresa– en la izquierda política.

La sátira negra de Migoya no ha perdido nada de su fuerza. Hay pasajes de su obra verdaderamente atroces, de una osadía extraordinaria, y esto le da una fuerza inquietante a un libro que parece un barómetro de nuestros demonios ocultos.

Fue tan sobreactuado el acoso contra el libro, su editora y su autor, que un segundo bando –esta vez formado por abogados de la obra– salió a la palestra. Antonio Muñoz MolinaPere GimferrerJuan Manuel de Prada y Elvira Lindo defendieron la libertad expresiva de Migoya.

Mario Vargas Llosa dedicó a este caso una opinión que cualquier lector sensato suscribiría: «Si los horrores que contienen las novelas, los poemas, los dramas y los cuentos se contagiaran a los lectores como la escarlatina, la vida habría desaparecido hace tiempo del planeta (…). Porque hay que haber leído muy poca o ninguna literatura para no haberse enterado de que ella está plagada de brutalidades y de sangre, de monstruos y de seres viles, de estupradores y degenerados que cometen las más abyectas fechorías. Y, por supuesto, de innumerables violaciones. Sin ir muy lejos, el Tirant lo Blanc (…) tiene como cráter el feroz desfloramiento de la princesa Carmesina por el héroe».

La impecable reedición de Todas putas por parte del sello Rey Lear incluye entre sus páginas una segunda obra que sigue la misma línea, Putas es poco (2007).

Dejo para el final un detalle muy de agradecer: la ilustración de cubierta se debe al siempre admirable Fernando Vicente.

Sinopsis

En 2003 un joven Hernán Migoya entró en la literatura por la puerta del escándalo con Todas putas, publicado por la editorial de Miriam Tey, directora del Instituto de la Mujer. Los custodios de la moral arremetieron contra el libro, su autor y su editora, acusando el volumen de machista y solicitando su retirada de las librerías. Aquel debate obligó a salir en defensa de la libertad de expresión a personajes como Mario Vargas LlosaAntonio Muñoz MolinaPere Gimferrer o Elvira Lindo.

Diez años después, su autor vuelve a sorprender al público con una edición de Todas putas que pretende ser definitiva e incluye todos los relatos que ha escrito hasta el momento, muchos de ellos ya recopilados en el volumen Putas es poco y otros de ellos aún inéditos en libro.

Polemista, ácido, crítico, mordaz, Hernán Migoya, vuelve a intentar remover las conciencias con su mal ejemplo y a demostrar que la literatura también puede sacudir conciencias, reírse de la sociedad y sorprender, sobre todo sorprender en momentos donde ya casi nada causa sorpresa.

Hernán Migoya (Ponferrada, 1971) es escritor, guionista de cómics y director de cine. Tras su sonado debut con Todas putas escribió la novela a todo color Observamos cómo cae Octavio, muy bien acogida por la crítica, Quítame tus sucias manos de encima, inspirada en sus años vividos en el Perú, y Una grande y zombi, terrorífica visión hilarantemente espeluznante de la crisis española. Como guionista de cómics ha obtenido el Premio al Mejor Guión del Salón Internacional del Cómic de Barcelona y ha editado más de una veintena de álbumes de éxito. Los últimos son Plagio, durísima crónica sobre el secuestro real de tres días que padeció su pareja, con dibujo de Joan Marín; y la ambiciosa serie mensual Nuevas Hazañas Bélicas, actualización de los míticos tebeos de guerra, realizada con los mejores dibujantes del panorama actual español.

También ha dirigido la película ¡Soy un pelele!, y fue el primer profesional del sector en denunciar públicamente las estafas realizadas por algunos productores al Ministerio de Cultura.

Copyright del artículo © Guzmán Urrero. Reservados todos los derechos.

Copyright de imágenes y sinopsis © Rey Lear. Reservados todos los derechos.

Guzmán Urrero

Colaborador de "La Lectura", revista cultural de "El Mundo". Tras una etapa profesional en la Agencia EFE, se convirtió en colaborador habitual de las páginas de cultura del diario ABC y de revistas como "Cuadernos Hispanoamericanos", "Álbum Letras-Artes" y "Scherzo".
Como colaborador honorífico de la Universidad Complutense de Madrid, se ocupó del diseño de recursos educativos, una actividad que también realizó en instituciones como el Centro Nacional de Información y Comunicación Educativa (Ministerio de Educación, Cultura y Deporte).
Asimismo, accedió al sector tecnológico como autor en las enciclopedias de Micronet y Microsoft, al tiempo que emprendía una larga trayectoria en el Instituto Cervantes, preparando exposiciones digitales y numerosos proyectos de divulgación sobre temas literarios y artísticos. Es autor de trece libros (en papel) sobre arte y cultura audiovisual.