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«Severo Ochoa no era de este mundo», de Marino Gómez-Santos

El Premio Nobel de Fisiología y Medicina concedido a Severo Ochoa (1905-1993) sirvió para varias cosas. En su momento, fue un respaldo a su espléndida trayectoria científica, pero también se ha usado como banderín de enganche para las vocaciones que surgieron tras él.

En este sentido, el ejemplo de Ochoa no es de los que sucede y se evapora. Al contrario. Su carrera investigadora, desde que en 1929 fue invitado a unirse al laboratorio de Otto Fritz Meyerhof en el Instituto Max Planck, se distingue por una sucesión de éxitos con un gran impacto en la bilogía molecular y la bioquímica.

Primero en España y luego en Estados Unidos, el científico asturiano fue instrumental para el impulso científico de nuestro país, sirviendo como modelo de figuras que luego propiciaron un decisivo cambio generacional. Sobre todo desde los años sesenta, cuando se puso en marcha la Sociedad Española de Bioquímica. Años más tarde, en 1971, Ochoa también inspiró la puesta en marcha del Centro de Biología Molecular, donde se le distinguió como director honorario.

Le esperaban otros honores ‒el ingreso en la Real Academia Nacional de Medicina de España, la presidencia de la Fundación Jiménez Díaz…‒, y sin embargo, tengo la impresión de que su legado humano alcanzó tanta relevancia como el científico. Digo esto porque Severo Ochoa marcó un camino que muchos estudiantes decidieron recorrer, y eso fue algo cardinal para la investigación española.

Convertido en un personaje venerable, muchos quisimos acercarnos a él en cuanto tuvimos la oportunidad, concencidos de que aquel anciano era, a todos los efectos, un tesoro nacional (Aún recuerdo un brevísimo encuentro con el Premio Nobel, durante el que comprobé el carisma de aquel hombre excepcional).

A la hora de resaltar la singularidad de Severo Ochoa, pocos autores han trabajado con tanta eficacia como el escritor y periodista Marino Gómez-Santos (Oviedo, 1930). Veterano de la prensa, discípulo de maestros como César González Ruano, se especializó en la realización de biografías literarias desde 1952, año en que que publicó Clarín. Ensayo bio-bibliográfico, con prólogo de Gregorio Marañón.

Con Ochoa mantuvo una amistad de larga trayectoria, y acabó siendo su albacea y Secretario General de la Fundación Carmen y Severo Ochoa. Ese vínculo se traduce en libros como Severo Ochoa. La emoción de descubrirSevero Ochoa. La enamorada soledadSevero Ochoa y España o Severo Ochoa. Biografía esencial.

Estas memorias que Gómez-Santos titula, muy acertadamente, Severo Ochoa no era de este mundo culminan ese empeño biográfico, esta vez desde una perspectiva mucho más personal. Se trata de una obra que permite comprender mejor el retorno a España del científico, muy emotivo pero también lleno de equívocos y decepcionantes contrariedades.

«No se entendieron bien sus propósitos ‒escribe Gómez-Santos‒, ni sus normas de actuación para que los científicos españoles actuaran exentos de usos y costumbres que impedían la libertad plena, indispensable para el avance del ejercicio de la ciencia. Consideraba Ochoa [en 1971] que el Gobierno practicaba una política equivocada con la creación de universidades, sin establecer un canon selectivo de admisión a los más capacitados. (…) Las opiniones del glorioso Severo Ochoa (…) llegaban a los laboratorios, a las cátedras y a los despachos ministeriales, donde se oían pero no se escuchaban».

Repleto de anécdotas y vivencias interesantísimas, este libro plantea un acercamiento a la faceta más íntima de Ochoa, más allá de los titulares y de los discursos oficiales. Pero además de eso, es también el reflejo de unos tiempos en los que el periodismo más inteligente y cultivado ‒como el que practicó el autor‒ aún tenía cabida dentro de nuestra profesión.

Sinopsis

Este libro no es una biografía al uso ni un pedregoso estudio con pretensiones científicas, sino unas muy singulares y verídicas memorias del escritor Marino Gómez-Santos centradas en su relación vital con el gran científico y Premio Nobel, Severo Ochoa (Luarca, 1905-Madrid, 1993), del que Marino fue no sólo amigo y confidente durante más de veinticinco años sino también biógrafo y albacea testamentario. Pero es además un durísimo y bien documentado alegato acerca de las manipulaciones y tergiversaciones que ha ido sufriendo, tras su muerte en 1993, la figura y el legado ético y científico de Ochoa. A.L.

Marino Gómez-Santos (Oviedo, 1930) ha cultivado la historia contemporánea a través del género biográfico. Además de Gregorio Marañón, es el primer biógrafo de Severo OchoaFrancisco Grande Covián y la Reina Victoria Eugenia. Autor de más de un centenar de semblanzas científicas, entre sus libros más difundidos figuran Vida de Gregorio Marañón, Baroja y su máscaraEl tiempo de Sebastián Miranda. Una España insólitaMujeres solasDiálogos españolesEspañoles sin fronterasMundo aparteTributo a MadridLa Medicina en la pinturaMi ruedo ibéricoSevero OchoaLa emoción de descubrir o La memoria cruel, entre otros.

Copyright del artículo © Guzmán Urrero. Reservados todos los derechos.

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Guzmán Urrero

Colaborador de "La Lectura", revista cultural de "El Mundo". Tras una etapa profesional en la Agencia EFE, se convirtió en colaborador habitual de las páginas de cultura del diario ABC y de revistas como "Cuadernos Hispanoamericanos", "Álbum Letras-Artes" y "Scherzo".
Como colaborador honorífico de la Universidad Complutense de Madrid, se ocupó del diseño de recursos educativos, una actividad que también realizó en instituciones como el Centro Nacional de Información y Comunicación Educativa (Ministerio de Educación, Cultura y Deporte).
Asimismo, accedió al sector tecnológico como autor en las enciclopedias de Micronet y Microsoft, al tiempo que emprendía una larga trayectoria en el Instituto Cervantes, preparando exposiciones digitales y numerosos proyectos de divulgación sobre temas literarios y artísticos. Es autor de trece libros (en papel) sobre arte y cultura audiovisual.