Guzmán Urrero
En 1988, tras el éxito de ¿Está usted de broma, Sr. Feynman?, Ralph Leighton editó este nuevo libro, en el que también se reproducen los recuerdos que el físico Richard P. Feynman le confió en una larga serie de conversaciones grabadas. Como sucedía en su precedente, ¿Qué te importa lo que piensen los demás? es, al mismo tiempo, un libro de divulgación ‒a distancia astronómica de cualquier pedantería‒, un anecdotario rutilante y unas memorias llenas de revelaciones.
Galardonado con el premio Nobel por su teoría de la electrodinámica cuántica, Feynman (1918–1988) es uno de esos sabios que ya han entrado en la leyenda, y cuya mención resulta imprescindible a la hora de adentrarse en las áreas más vanguardistas de la física.
Hay un mérito que va aparejado a sus contribuciones a dicha disciplina, y es el empeño que puso en divulgar sus conocimientos. Esa etiqueta, la de divulgador, lo define a la perfección, tanto por su desenvoltura para despertar el interés de cualquier auditorio, por frío que éste fuera, como por su habilidad a la hora de explicar a los estudiantes la sofisticación y la belleza de la ciencia.
La claridad de su discurso queda de manifiesto en esta obra. Con todo, eso no debe hacernos olvidar otro rasgo de Feynman: un sentido del humor provocativo, heterodoxo, y desde luego, falto de cualquier asomo de vergüenza. Ello confiere a los primeros capítulos de ¿Qué te importa lo que piensen los demás? el estilo propio de una comedia costumbrista de Neil Simon.
Obviamente, ese tono hilarante, con el que ya estará familiarizado el lector de ¿Está usted de broma, Sr. Feynman?, se modera en esta segunda entrega cuando el físico detalla su experiencia en la comisión que, en 1986, investigó la tragedia del trasbordador espacial Challenger. Este tramo de la lectura, que ocupa la mitad del volumen, queda caracterizado por la sobriedad y la precisión.
Entre líneas, el pulso del relato guarda relación con la cambiante vida sentimental de Feynman. No olvidemos que ésta quedó marcada por la trágica enfermedad de su primera esposa, Arline Greenbaum, un romance de triste final, llevado al cine en Infinity (1996), de Matthew Broderick. Sin duda, también quedan aquí huellas de su fallido matrimonio con Mary Louise Bell y de su posterior unión con Gweneth Howarth, una entusiasta inglesa de espíritu aventurero, muy afín al carácter del científico.
Por cierto, varios pasajes de este libro, en especial los que tienen que ver con Arline, fueron trasladados, casi literalmente, al guión de Infinity. Fue Arline, de hecho, quien más animó a Feynman durante la etapa en la que éste trabajó en el Proyecto Manhattan, y la que le formuló esa pregunta que da título al libro que nos ocupa.
Además de situaciones muy divertidas, ¿Qué te importa lo que piensen los demás? refleja una afición poco conocida del científico: la pintura, actividad en la que fue mejorando con la ayuda de un amigo artista, Jirayr Zorthian.
En esta ocasión, Ralph Leighton no se limita a transcribir las conversaciones que grabó junto a su amigo. Para enriquecer el contenido, añade al texto fragmentos que toma de la correspondencia de Feynman, de una entrevista en la BBC y de una conferencia que el físico dictó en 1955.
Uno de sus colaboradores definió a Feynman como un Quijote permanentemente enfrentado a molinos de viento. Esto es algo que también podemos entrever en ¿Qué te importa lo que piensen los demás?, sobre todo cuando su protagonista explica las potencialidades de la ciencia con una pasión y una hondura que rayan en el romanticismo.
Impresiona saber que un libro tan rebosante de humor y de vitalidad fue preparado en aquella época en la que Feynman padecía el cáncer que acabó con él a los 69 años. En todo caso, sabemos que mantuvo el ánimo hasta el final. Consciente de que su diagnóstico acumulaba una doble sentencia ‒la de un liposarcoma y la de una macroglobulinemia de Waldenstrom‒, antes de fallecer dijo: «Odiaría morirme dos veces. Resulta de lo más aburrido».
Sinopsis
¿Qué te importa lo que piensen los demás? es una transcripción de las conversaciones que el genial físico mantuviera con Ralph Leighton. Las divertidísimas anécdotas que ponen de manifiesto el sentido del humor de Feynman, se completan con un fascinante relato de la investigación que siguió a la explosión del transbordador espacial Challenger en 1986 y cómo Feynman ilustró las causas del desastre mediante un elegante experimento consistente en algo tan sencillo como sumergir un anillo de goma en un vaso de agua fría.
El libro, junto con ¿Está usted de broma, Sr. Feynman?, constituye el mejor ejemplo de como los genios de la ciencia pueden ser sumamente atractivos y divertidos.
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Blas Matamoro
