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«La guerra de las Galias», de Julio César

Los clásicos… Quién puede negarse a leerlos. Me imagino que si les hablo de una edición bilingüe de los comentarios sobre la Guerra de las Galias, ustedes tendrán que recordar su trayectoria escolar. Quizá una de las muchas líneas que dividen el mundo sea ésta que separa a quienes hojearon ‒o siguen hojeando‒ De bello Gallico con el diccionario de latín sobre la mesa, y quienes han oído hablar de dicha obra pero no han sentido aún el impulso o la obligación de adentrarse en ella.

Lo sé: el público objetivo de una edición crítica tan cuidada como ésta ‒elaborada por Antonio Ramírez de Verger‒ son los estudiantes de clásicas, los historiadores y los latinistas. Pero en un mundo como el actual, en el que las lecturas triviales son moneda corriente, aproximarse a Julio César ayuda a sentir que nuestro centro de gravedad cultural no se ha desviado tanto como parece.

Por otro lado, si ustedes han leído a divulgadores como Mary Beard, es muy probable que también hayan decidido revisar literariamente las glorias del Imperio romano. Como dice la propia Beard, «no podemos olvidar lo que somos y de dónde venimos, ni deberíamos perder la capacidad de leer a CicerónSéneca y Virgilio en la lengua en la que escribieron. El día que eso ocurra, si llega, nuestra civilización habrá dado un paso atrás»

Sería inútil recomendar este libro a los ya convencidos. Sé que los conocedores del mundo clásico valoran una edición de estas características sin necesidad de que amplíe la reseña. Me propongo, por consiguiente, atraer a quienes lo ignoran casi todo sobre la dominación romana de la Galia y de otros territorios del Norte.

«La guerra de las Galias ‒nos dice Ramírez de Verger‒ constituye toda una obra de historiografía en el mejor sentido del término. Los coetáneos de César esperaban en sus Comentarios una especie de borrador o informe para que otros elaboraran una historia artística».

De los ocho libros o Comentarios que componen la obra, los siete primeros se deben a César y el octavo a su oficial Aulo Hircio. El tramo histórico que abarca (los años 58-51) es apasionante, y comprende las campañas militares (y en parte políticas) que proporcionaron a Julio César su inmortalidad. Decir que se trata de un periodo épico sería restarle hondura.

El relato de César, más allá de su componente justificativo o propagandístico y de las exageraciones señaladas por algunos historiadores, está escrito con una elegancia y con una claridad que desafían el paso de los siglos. Sólo por eso, ya resulta imprescindible en cualquier biblioteca.

Quien nos interpela es un fabuloso militar y formidable gobernante, pero la sobriedad y fuerza del relato nos obligan a reconocer, en paralelo, un distinguido talento literario. Un talento que los estudiantes de latín conocieron de primera mano, durante generaciones. Redescubrirlo es una de esas tareas que todo amante de la cultura debiera imponerse en determinado momento de su vida.

Sinopsis

Julio César es el romano más famoso de todos los tiempos. Su vida política se ha convertido en modelo de imperialismo, tiranía y dictadura, pero también ha sido admirado personalmente por su audacia, valentía, liderazgo, buena estrella y dotes de gran estadista. Pero, por encima de todo, César fue un líder romano de carne y hueso que vivió y actuó en un tiempo de estructuras sociales, económicas y políticas muy diferentes de nuestro mundo occidental. Julio César y su Guerra de las Galias representan en cierto modo la voz de Roma, de su misión y de su destino, que consistía en imponer un orden de unidad en la lengua y en la política.

Escrita en el latín más puro y elegante de todos los tiempos, debajo de la aparente sencillez de su estilo hay una cuidadosa elaboración de su técnica narrativa en el léxico, en la sintaxis y en el tempo narrativo. No es casualidad que esta obra haya atraído tanto durante tantos años.

Copyright del artículo © Guzmán Urrero. Reservados todos los derechos.

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Guzmán Urrero

Colaborador de "La Lectura", revista cultural de "El Mundo". Tras una etapa profesional en la Agencia EFE, se convirtió en colaborador habitual de las páginas de cultura del diario ABC y de revistas como "Cuadernos Hispanoamericanos", "Álbum Letras-Artes" y "Scherzo".
Como colaborador honorífico de la Universidad Complutense de Madrid, se ocupó del diseño de recursos educativos, una actividad que también realizó en instituciones como el Centro Nacional de Información y Comunicación Educativa (Ministerio de Educación, Cultura y Deporte).
Asimismo, accedió al sector tecnológico como autor en las enciclopedias de Micronet y Microsoft, al tiempo que emprendía una larga trayectoria en el Instituto Cervantes, preparando exposiciones digitales y numerosos proyectos de divulgación sobre temas literarios y artísticos. Es autor de trece libros (en papel) sobre arte y cultura audiovisual.