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«La fiebre del heno», de Stanisław Lem

Los lectores tenemos puntos de vista diferentes en relación con Lem. Ninguno de sus admiradores lleva en los bolsillos los mismos adjetivos para valorar su obra. Ese criterio, en muchas ocasiones, depende de la biografía de quien devora sus libros.

¿Descubriste a Lem en aquellas ediciones de bolsillo que hace décadas publicó Bruguera? ¿Quizá te acercaste a él después de leer alguna adaptación al cómic de Carlos Giménez, o al salir de un pase de Solaris en la filmoteca? ¿O acaso eres de los que ha emprendido una lectura ordenada del maestro a través de las impecables ediciones de Impedimenta? ¿Prefieres los cuentos o las novelas? ¿La ironía o la metafísica?

No voy a exagerar, diciendo que el disfrute de La fiebre del heno dependerá de la actitud con la que respondamos a esas preguntas. Pero sí creo que una obra como ésta permite a los seguidores de Lem acomodarse mejor en uno de los muchos ángulos que ofrece su bibliografía.

La primera edición de La fiebre del heno data de 1976 y la combinación de géneros que nos propone ‒novela negra y ciencia-ficción‒ aún era por aquel entonces una relativa novedad. No hablemos ya de la inclusión de teorías científicas en la pesquisa, que nos sitúan en un territorio despojado de clichés, transversal, y sobre todo, muy estimulante por lo que tiene de ejercicio intelectual.

Con un talento creativo muy poderoso, Lem añade a este menú de fantaciencia e investigación policiaca ciertas dosis de filosofía, encontrando apoyo en lo más profundo del propio lector, que es interpelado para que acabe adentrándose en esta trama tan ingeniosa.

Por supuesto, nadie debe buscar acá un mecanismo de relojería al estilo de Agatha Christie. Al fin y al cabo, Lem se mueve en otros parámetros que van más allá del habitual whodunit de la novela detectivesca, y su estilo puede resultar extraño para los adictos al suspense más convencional. A este mundo del escritor polaco uno debe llegar con la mente abierta, como si observara un experimento en el que la materia pasa por una transformación y se convierte en otra cosa.

El desconcierto e incluso el pesimismo que siente el individuo en un entorno despersonalizado o impredecible, o al enfrentarse a procesos que no alcanza a explicarse cabalmente. Esa es, quizá, la fuerza motriz de buena parte de la obra de Lem, y La fiebre del heno no es una excepción. A ello hemos de sumar, en este caso, la ironía, cierto experimentalismo y también la dualidad establecida por Demócrito ‒el azar y la necesidad, esenciales en la trama‒, popularizada por el biólogo Jacques Monod en su libro de 1970.

Toda esa sofisticación filosófica no entorpece en modo alguno el juego narrativo de Lem, que una vez más muestra su musculatura como contador de historias.

Sinopsis

Obra maestra indiscutible de la ciencia ficción, aderezada con los ingredientes de la novela clásica de suspense, La fiebre del heno es un auténtico tesoro recuperado del genio Stanisław Lem y una de las historias más míticas de un autor irrepetible.

Una agencia de detectives requiere los servicios de un astronauta norteamericano retirado para que ayude a esclarecer una serie de misteriosas muertes acaecidas en un balneario de Nápoles. Varias personas han enloquecido y algunas se han suicidado sin que se conozca motivo para ello. Otras parecen haber muerto accidentalmente. Todas las víctimas eran extranjeras, viajaban solas, rondaban la cincuentena y padecían algún tipo de alergia. Tanto la policía local como la Interpol consideran que no hay pistas suficientes para afrontar el caso con garantías, hasta que empieza a cundir la idea de que en cierto modo las muertes obedecen a algo más perverso. ¿Estarán sujetos los asesinatos al juguetón capricho de las leyes de la probabilidad y el caos?

Traducción de Pilar Giralt y Jadwiga Maurizio

Stanisław Lem nació en la ciudad polaca de Lvov en 1921, en el seno de una familia de la clase media acomodada. Aunque nunca fue una persona religiosa, era de ascendencia judía. Siguiendo los pasos de su padre, se matriculó en la Facultad de Medicina de Lvov hasta que, en 1939, los alemanes ocuparon la ciudad.

Durante los siguientes cinco años, Lem, miembro de la resistencia, vivirá con papeles falsos y se dedicará a trabajar como mecánico y soldador, y a sabotear coches alemanes. En 1942 su familia se libró de milagro de las cámaras de gas de Belzec. Al final de la guerra, Lem regresó a la Facultad de Medicina, pero la abandonó al poco tiempo debido a diversas discrepancias ideológicas y a que no quería que lo alistaran como médico militar. En 1946 fue «repatriado» a la fuerza a Cracovia, donde fijaría su residencia. No tardaría demasiado en iniciar una titubeante carrera literaria. Se considera que su primera novela es El hospital de la transfiguración (Impedimenta, 2007), escrita en 1948 pero no publicada en Polonia hasta 1955 debido a problemas con la censura comunista. De hecho, esta novela fue considerada «contrarrevolucionaria» por las autoridades polacas. No fue hasta 1951, año en que publicó Astronautas (Impedimenta, 2016), cuando por fin despegó su carrera literaria. Las novelas que escribió a partir de ese momento, pertenecientes en su mayoría al género de la ciencia ficción, harían de él un maestro indiscutible de la moderna literatura polaca: Edén (1959), La investigación (1959; Impedimenta, 2011), Memorias encontradas en una bañera (1961), Solaris (1961; Impedimenta, 2011, por primera vez en traducción directa del polaco), Relatos del piloto Pirx (1968), La Voz del Amo (1968; Impedimenta 2017) o Congreso de futurología (1971). Cabe también destacar el conjunto de relatos Máscara (Impedimenta, 2015).

Lem fue, asimismo, autor de una variada obra filosófica y metaliteraria. Destaca en este ámbito, aparte de su obra Summa Technologiae (1964), la llamada «Biblioteca del Siglo XXI», conformada por Vacío perfecto (1971; Impedimenta, 2008), Magnitud imaginaria (1973; Impedimenta, 2010), Golem XIV (1981; Impedimenta, 2012) y Provocación (1982, de próxima publicación en Impedimenta). Lem fue miembro honorario de la SFWA (Asociación Americana de Escritores de Ciencia Ficción), de la que sería expulsado en 1976 tras declarar que la ciencia ficción estadounidense era de baja calidad. Falleció el 27 de marzo de 2006 en Cracovia, a los ochenta y cuatro años de edad, tras una larga enfermedad coronaria.

Copyright del artículo © Guzmán Urrero. Reservados todos los derechos.

Copyright de imágenes y sinopsis © Impedimenta. Reservados todos los derechos.

Guzmán Urrero

Colaborador de "La Lectura", revista cultural de "El Mundo". Tras una etapa profesional en la Agencia EFE, se convirtió en colaborador habitual de las páginas de cultura del diario ABC y de revistas como "Cuadernos Hispanoamericanos", "Álbum Letras-Artes" y "Scherzo".
Como colaborador honorífico de la Universidad Complutense de Madrid, se ocupó del diseño de recursos educativos, una actividad que también realizó en instituciones como el Centro Nacional de Información y Comunicación Educativa (Ministerio de Educación, Cultura y Deporte).
Asimismo, accedió al sector tecnológico como autor en las enciclopedias de Micronet y Microsoft, al tiempo que emprendía una larga trayectoria en el Instituto Cervantes, preparando exposiciones digitales y numerosos proyectos de divulgación sobre temas literarios y artísticos. Es autor de trece libros (en papel) sobre arte y cultura audiovisual.