Si hay un fantástico que prefiero por encima de todos los demás es el primitivo, el ingenuo, el pobre, el que no se cortaba a la hora de mezclar churras con merinas y, en dibujos de prístina sinceridad, lo mismo ofrecía batiscafos espaciales que murciélagos calvos con vocación de hombre y de vampiro. Floreció espléndido en los años treinta y cuarenta, a rebufo de una cotidianeidad que de fantástica tenía bien poca cosa…

Mack-Wan el Invencible (1934)
Varias décadas antes de que Spiderman anduviese trepando por verticales muros; muchos años antes de que Batman se sirviese de un pupilo enmascarado; antes incluso de que Superman naciese, Mack-Wan el Invencible ya repartía justicia disfrazado sirviéndose de sus poderes. Español y de 1934 es uno de los primeros superhéroes del mundo: ¡acudan a los orígenes, nietales, y no se dejen engañar!
Invulnerable a las balas y capaz de trepar por cualquier superficie, Mack-Wan el Invencible nació de la hirviente imaginación de don José Canellas Casals y el pincel rotundo de Marc Farell. Sus pioneras andanzas fueron narradas en una colección de folletines que publicase Marco, la editorial de los pobres.

Los Vampiros del Aire (1935)
Los vampiros más populares en España durante los años treinta no vestían de negro, ni tenían colmillos, ni chupaban la sangre a la gente. Eran una banda de supervillanos cuyas peripecias contase en detalle la saga folletinesca Los Vampiros del Aire.
Cuando ésta acabó vino la secuela, El Último Vampiro, malvado científico capaz de volar, de hacerse invisible y de lucir como nadie una espectacular armadura de pinchos. Puede que entonces faltasen medios, pero sobraba imaginación…

Poco antes de comenzar la Guerra Incivil, Lord Petty, el jefe de Los Vampiros del Aire, conseguía escapar de la cárcel y proseguir sus fechorías convertido en El Último Vampiro. Canellas Casals relató su nueva andadura, como hiciese con la anterior; Marco publicó la colección y el gran Marc Farell se encargó nuevamente de ilustrar las cubiertas.

Imagen superior: que el folletín es capaz de concentrar el mayor número de maravillas en el menor espacio es ley que no debiera ser puesta en duda. Peces asomando por la ventana; cuatro seres con trompa uniformados de rojo, armados de inconcebibles cacharros y con ojos como platos; una estructura metálica semicircular; una pareja de susto en rostro y puño crispado… promesa, cierta sin duda, de emoción modesta y evasión segura. Y barata, para que nada pueda reprochársele…
El Círculo Rojo (1936)
Corrían los primeros meses de 1936 cuando Canellas Casals emprendía, a instancias de la editorial Marco, la redacción del folletín de ciencia ficción El Círculo Rojo, con las acostumbradas y excepcionales ilustraciones de Marc Farell a las que el estallido de la Guerra puso precipitado fin.

Imagen superior: con ser extraordinarios, no es lo que más venero en esta hipnótica imagen ese submarino unipersonal navegando entre dos aguas bajo una cúpula de roca, ni los individuos que acechan su paso, ni siquiera esa insuperable máscara de gas, ni el moderno traje de látex rojo que adorna a la figura central. Lo fascinante, sí, es esa altanería que muestra, ese estar erguido, esos brazos en jarras, ese claro desafío a un mundo que no sabe apreciarle en lo que vale…

Imagen superior: Canellas abandona la Barcelona republicana para trabajar en San Sebastián en el ultramontano semanario ‘Pelayos’ que editan los carlistas… y al verse huérfano el Círculo Rojo no tarda en venirse abajo; tras apenas estos doce fascículos su final se precipita en colofón absurdo y repentino. Una víctima más de aquellas dos Españas que desde hace tanto tiempo nos definen y acompañan sin traernos nada bueno…
El último número de El Círculo Rojo llegaba a kioscos en 1936, cuando la infame guerra acababa de comenzar. Tiempo justo le dio a Canellas Casals, su autor, a otorgarle un final precipitado y salir de Barcelona, sede de la editorial Marco, para instalarse en San Sebastián hasta el final del conflicto. Ese trazo mágico, a medio camino entre lo sabio y lo naif, se debe a nuestro viejo conocido Marc Farell, en uno de sus últimos encargos en este campo.

Imagen superior: «En los mismos Talleres Offset Nerecán de San Sebastián en los que se edita ‘Flechas y Pelayos’ -escribe el autor de este artículo en su libro ‘Tragados por el abismo: la historieta de aventuras en España’ (Edicions de Ponent, 2010)-, entonces a la vanguardia técnica, se imprime a comienzos de año la primera serie de cuadernos aún antes de finalizada la guerra. Se trata de una colección de monográficos de humor y aventuras, que alcanzan menos de veinte ejemplares publicados sin periodicidad. (…) El nombre de la empresa corresponde a los tiempos, bautizándose con el nada equívoco Editorial Española. El formato es apaisado, con quince páginas más portada, impresas alternativamente a todo color y aunque el papel es algo burdo, en general su presentación es muy correcta. (…) De mayor interés resultan los episodios de aventuras, obra gráfica de Athos Cozzi, un italiano antiguo colaborador de ‘II vittorioso’ llegado a España el año anterior, con guiones del veterano José Canellas Casals. En este momento es Canellas hombre con dilatada experiencia en el sector editorial, en el que ha ejercido de director artístico de las publicaciones de Marco, autor de folletines como ‘Los Vampiros del Aire’ o guionista de múltiples historietas de una muy particular ciencia ficción en revistas como ‘Rin Tin Tin’ o ‘La Risa’. (…)Para Española realiza siempre con Cozzi episodios a caballo entre la aventura y el cuento tradicional, -‘El avión invisible’, ‘El espejo mágico’, ‘Sindhu y el león sagrado’…- junto a otros más cercanos a la ciencia ficción como ‘El bólido de la Isla Azul’ y ‘A la conquista del sol’. Nada como analizar estos dos cuadernos para intentar comprender a uno de los guionistas más prolíficos y desquiciados con que ha contado el tebeo español».

Imagen superior: con semejantes presupuestos argumentales no es de extrañar que varios de los personajes de las novelas baratas conozcan pronta adaptación en historieta. En 1940 aparece esa versión de ‘Los Vampiros del Aire’, con dibujos de Francisco Darnís.
Copyright del artículo © Pedro Porcel. Tras publicarlo previamente en El Desván del Abuelito, lo edito ahora en este nuevo desván de la revista Cualia. Reservados todos los derechos.