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Entrevista a Gojira

Con una salud envidiable, uno de los actores internacionales más reconocidos cumple sesenta años en la profesión. Nos referimos a la internacional estrella nipona Gojira –Godzilla para los occidentales–, quien sigue provocando la admiración de sus numerosos fans y la chanza y chirigota de otros tantos espectadores menos aficionados a la destrucción lúdica.

En uno de sus escasos descansos entre rodajes –el penúltimo de ellos a las órdenes de Michael Dougherty, unos años después de la magnífica Shin Godzilla (2016)–, el célebre dinosaurio mutante y radiactivo nos recibe en su refugio de Isla Monstruo, para hablar en exclusiva con Cualia sobre su pasado, presente y futuro en un género que le pertenece, el kaiju eiga.

Después de más de 60 años, su primera película, Japón bajo el terror del monstruo sigue siendo la mejor considerada de su carrera. Hay quien dice que es la única buena.

(Mueca de resignación) Cosas de los críticos, ya sabe, uno no puede vivir con ellos pero tampoco los puede reducir a cenizas radiactivas. En todo caso, he de admitir que aquella película supuso mucho, no solo para mi carrera, sino para el cine japonés en general. Fue, quizá, el primer film exportable al resto del mundo. Por otro lado, el trabajo de sensei (IshiroHonda coordinando un equipo de maravillosos profesionales logró que esta haya sido nuestra película más dramática y comprometida.

Fue realizada, además, en plena posguerra.

(Exhibe una sonrisa orgullosa) Exactamente, mi papel en la película es bastante claro. Soy el reflejo del terror atómico, del trauma de Hiroshima o Nagasaki más que latente, todo ello mezclado con la mitología japonesa en la que el mar es algo a lo que hay que temer, lleno de criaturas terribles y dioses castigadores.

Sin embargo, la película se hizo siguiendo el modelo de un éxito reciente americano, El monstruo de tiempos remotos, de Eugène Lourié.

Oh, ya estamos con el asunto (la expresión de su cara cambia de manera preocupante). En los años cincuenta se hicieron cientos de películas sobre monstruos radioactivos. Sí, vale, este era un dinosaurio que se despertaba por una explosión nuclear, pero no me puede negar que ese simple animal no tenía ni la mitad de personalidad que yo.

En cuanto a los americanos, no se han podido resistir a nuestras películas. Incluso vendieron una versión americanizada de Japón bajo el terror del monstruo intercalando los planos que rodaron ellos con el puñetero Perry Mason (se refiere al actor Raymond Burr).

Cambiando de tema, durante los años sesenta usted vivió su edad dorada con innumerables secuelas en las que luchaba contra todo un plantel de monstruos. ¿Cómo es la relación que tiene con sus compañeros?

Inmejorable, aún hoy sigo trabajando con grandes amigos como Mothra o Ghidora. Juntos hemos vivido momentos mejores y peores, pero la rivalidad se ha restringido siempre a la pantalla.

Durante aquellos años, hicimos que la productora Toho se abriera al mercado occidental. Bueno, nosotros y Kurosawa. Y lo conseguimos tratando temas candentes de la actualidad, como las invasiones alienígenas o el poder de la robótica para dominar el mundo.

¿Y qué me dice de las imitaciones, como la tortuga Gamera de los estudios Daiei?

En fin, usted lo ha dicho. Una imitación. ¡Una tortuga voladora gigante que escupe fuego! Aunque debo reconocer que las películas que ha protagonizado últimamente han sido bastante vistosas, para un segundón, claro. En GMK (Gojira, Mosura, Kingu Gidora: Daikaijû soukougeki, 2001) contratamos el director de estas, Shusuke Kaneko, un tipo estupendo.

De todas formas, ya sabe lo que se dice de Gamera, que en realidad se trata de un hombre disfrazado de tortuga.

Pese al éxito, después de los 60 tuvo usted un bache profesional bastante serio.

Bueno, ya sabe, en la vida de un artista uno ha de visitar cielo e infierno. Cuando rodamos en plena era hippie Hedora, la burbuja tóxica, me involucré demasiado en el proyecto.

Como recordará, se trata de una película abiertamente psicodélica y ecologista. Lo que me sucedió, como a muchos compañeros de profesión en esa década, es que me adentré en el mundo de las fuentes de energía alternativas. Un infierno del que logré salir, por fortuna, pero en el que se perdieron muchos grandes talentos.

Resulta raro oírle hablar de estos temas, ya que usted siempre ha sido muy protector con su vida privada, incluyendo la polémica que se despertó sobre su hijo.

Se dijeron muchas mentiras intencionadas respecto a ese asunto. Cuando introduje a Minya en el mundo del cine (El hijo de Godzilla, 1967) se empezó a especular sobre la madre de la criatura. Se llegó a decir que en realidad era un dinosaurio enano contratado por Toho y sin parentesco conmigo, o incluso hubo quien declaró que yo era hermafrodita. ¡Hermafrodita! Ojalá eso hubiera sido verdad, me habría ahorrado los disgustos y yenes que gasté por culpa de aquella lagarta…

Además ese rumor se usó en la versión americana realizada en 1998 por Roland Emmerich.

(La cresta dorsal comienza a emitir un brillo radiactivo). Mire, ya sé que hubo un acuerdo de Sony con Toho, pero he de aclarar que sigo dolido por aquello. Usar mi nombre (y mi gruñido patentado) para vender aquella basura fue demasiado.

He de aclarar que el que aparecía en aquella cosa no era yo. Esa iguana anoréxica poco tenía que ver conmigo, era más un remake de El monstruo de tiempos remotos que otra cosa… Ese mutante amanerado huía de los helicópteros como una colegiala de las avispas, y ni siquiera tenía aliento radiactivo. Y luego, claro, se sacan de la manga el chanchullo hermafrodita para poder plagiar Parque Jurásico con unas crías absurdas…GRRRR…

(El entrevistador, temiendo por su vida, cambia de tema). Ahora que cita usted Parque Jurásico, Steven Spielberg ha declarado en más de una ocasión ser fan suyo.

(Después de un silencio tenso, el brillo de la cresta se va apagando). Oh, sí, Steve visita la isla con frecuencia. Y no sólo él, son famosos los festines de sushi que preparo para otros admiradores y amigos como Quentin (Tarantino), Tim (Burton) o incluso el loco de Gene (Simmons, de Kiss). Espero trabajar algún día con ellos.

Ciertamente, usted siempre ha tenido inquietudes artísticas, reinventándose a sí mismo en distintas series de películas.

Claro, si no sería un aburrimiento. Cuando me encontré preparado para volver en 1984 decidimos dejar de un lado la imagen de monstruo protector que había ido adquiriendo poco a poco para volver a los orígenes. Llegamos a la conclusión de que había que omitir las películas anteriores, siendo la versión del 84 una continuación directa del film original. Así volvía a ser un ser destructivo y dañino (Gojira pone, en broma, una expresión amenazadora que casi mata del susto al entrevistador). Luego acabamos con esa serie nueva de películas para empezar con otra.

En GMK volvimos a repetir la jugada, hacíamos una continuación directa del original pero aportando un enfoque místico y sintoísta, en el que yo era la encarnación de las almas de los muertos de la Segunda Guerra mundial. Además sirvió para que Ghidora hiciera de bueno por una vez. Eso le encantó.

Para celebrar mis cincuenta años en el oficio, me plantearon un proyecto que me hizo mucha ilusión, Gojira: Fainaru uôzu (2004). Lo rodó Ryuhei Kitamura, el director de Versus. Ya sabrá que este muchacho es la nueva revelación japonesa, y le dio a la película ese aire manga y de videojuego que tanto gusta a los jóvenes de hoy en día, y a mí también, qué demonios (Suelta una atronadora y terrorífica carcajada).

El gorila King Kong volvió a lo grande en una película de Peter Jackson. Usted compartió protagonismo con él en la mítica King Kong VS Godzilla (1962).

Y no sabe cuánto me alegro de su retorno. Verá, Kong siempre fue un modelo a seguir, y aprendí mucho de un veterano como él cuando rodamos aquella película. Los dos nos tomamos como una broma lo de la doble versión (en la versión japonesa ganaba Gojira, y en la americana Kong) y siempre me he lamentado de que su carrera no haya sido tan prolífica como la mía. Creo honestamente que la nueva versión era mejor que los dos films que hizo para Dino de Laurentiis.

Por último, una curiosidad. ¿Cómo es posible que sea usted tan popular en Japón, cuando obliga a los habitantes de Tokio a reconstruir la ciudad cada año?

Los japoneses somos complicados de entender para los occidentales. Nuestra concepción del sufrimiento y el sacrificio distan mucho de las suyas. Digamos que soy como ese amor al que se idolatra y también se teme. Soy la memoria viva de lo que no se debe olvidar, aunque duela hacerlo.

Y no tiene nada que ver que usted, según se dice, sea el principal accionista de las compañías de seguros y de las constructoras más importantes, ¿no?

Ya me tiene harto, caballerete. (Gojira da un pisotón al entrevistador y quema sus restos con aliento radiactivo).

Copyright del artículo © Vicente Díaz. Reservados todos los derechos.

Copyright de las imágenes © Toho Films. Reservados todos los derechos.

Vicente Díaz

Licenciado en Comunicación Audiovisual por la Universidad Europea de Madrid, ha desarrollado su carrera profesional como periodista y crítico de cine en distintos medios. Entre sus especialidades figuran la historia del cómic y la cultura pop. Es coautor de los libros "2001: Una Odisea del Espacio. El libro del 50 aniversario" (2018), "El universo de Howard Hawks" (2018), "La diligencia. El libro del 80 aniversario" (2019), "Con la muerte en los talones. El libro del 60 aniversario" (2019), "Alien. El 8º pasajero. El libro del 40 aniversario" (2019), "Psicosis. El libro del 60 aniversario" (2020), "Pasión de los fuertes. El libro del 75 aniversario" (2021), "El doctor Frankenstein. El libro del 90 aniversario" (2021), "El Halcón Maltés. El libro del 80 aniversario" (2021) y "El hombre lobo. El libro del 80 aniversario" (2022). En solitario, ha escrito "El cine de ciencia ficción" (2022).