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«Cuando todo está perdido» («All Is Lost», 2013), de J.C. Chandor

Como si revisitase Jeremiah Johnson (1972), la obra maestra de Sydney Pollack, un enjuto Robert Redford se embarca en esta desventura marítima con ínfulas existencialistas. Y funciona bastante bien, comenzando por ese tono a “estamos filmando esto sin contar con que tú lo estás viendo”, sensación que creo reviste el mayor mérito de esta saludable propuesta casi muda.

Sinopsis

El oscarizado Robert Redford protagoniza All Is Lost, un thriller acerca de la lucha que un hombre libra contra los elementos después de que su velero quede en muy mal estado en alta mar. La película, escrita y dirigida por J. C. Chandor, nominado por la Academia de Hollywood (Margin Call), con una banda sonora de Alex Ebert (Edward Sharpe & The Magnetic Zeros), es un poderoso, fascinante y visceral homenaje a la ingenuidad y a la resistencia.

Durante un viaje en solitario por el Océano Índico, un hombre del que desconocemos el nombre (Robert Redford), se despierta y descubre que hay una vía de agua en su velero de 11 metros de eslora que ha chocado contra un contenedor abandonado en alta mar. Con el equipo de navegación averiado y sin radio, el hombre no sabe que se dirige hacia una terrible tormenta. A pesar de conseguir tapar la vía de agua, su intuición de viejo marinero y una fuerza inusitada para su edad, casi no sobrevive al encuentro con la tempestad.

Únicamente con un sextante y unas cartas náuticas para saber dónde se encuentra, solo le queda esperar que las corrientes le lleven a un pasillo marítimo desde donde podrá hacer señales a otra nave. Pero el sol es implacable, los tiburones merodean y sus víveres bajan de forma alarmante. Por muy capaz que sea, no tarda en enfrentarse a la muerte.

El realizador J.C. Chandor quería rodar un thriller que transcurriera en alta mar mucho antes de que su ópera prima como director, Margin Call, fuera nominada al Oscar al Mejor Guión Adaptado. Pero tardó casi seis años en gestar la historia de All Is Lost, una desgarradora aventura náutica que transcurre íntegramente en alta mar con un único personaje que apenas dice palabra.

«Es una historia muy sencilla acerca de un hombre mayor que decide hacerse a la mar en solitario para una travesía de cuatro o cinco meses», explica J.C. Chandor. «Pero el destino hace de las suyas, la embarcación sufre un accidente y nos pasamos ocho días con él mientras intenta sobrevivir como sea».

El guión que presentó el realizador tenía poco que ver con los habituales de unas 120 páginas, ya que contenía las descripciones sin una sola línea de diálogo en unas 30 páginas. Es más, cuando J.C. Chandor entregó el guión al productor de Margin Call Neal Dodson, éste le preguntó cuándo le mandaría el resto.

«J.C. me dijo que no había más. Mi reacción fue una mezcla de estupor y de terror», recuerda el productor, riendo. «Nuestra primera película giraba totalmente en torno a los diálogos, y ésta era todo lo contrario. Reconozco que pensé: ‘¿Cómo porras voy a conseguir que alguien financie esto?’ Era una idea muy osada».

J.C. Chandor añade que se sintió atraído por la sencillez de la historia, así como por el reto que representaba rodarla. Contiene reminiscencias de El viejo y el mar, de Ernest Hemingway, y tal como dice Neal Dodson: «Es una película de acción existencial acerca de un hombre solo en alta mar que lucha contra los elementos y contra sí mismo».

El recorrido de la película se hizo mucho más preciso cuando Robert Redford (El golpe), ganador de dos Oscar, aceptó el papel.

«Me gustó mucho el guión porque era diferente», dice Robert Redford. «Era atrevido, excéntrico, sin diálogos. Estaba convencido de que J.C. sería capaz de llevarlo a cabo, de ir más allá de lo que había escrito. Confiaba en él, en que sabía lo que hacía, que lo tenía todo muy claro. También estaba seguro de que podía apoyar su visión aun sin saber hasta dónde quería llegar, y me pareció una experiencia interesante».

Los productores y los jefes de departamentos se reunieron para estudiar la lista de prioridades en una película como esta. Lo más importante era conseguir varios veleros y un lugar donde hundirlos. El rodaje de la historia de un hombre y su embarcación requirió tres veleros Cal de 12 metros de eslora. Los tres se usaron para el velero de «Nuestro hombre», el Virginia Jean, pero cada uno tenía una utilidad muy concreta. Uno sirvió para rodar las escenas exteriores en alta mar, otro para los interiores y el tercero para efectos especiales.

Pero no fue nada fácil encontrar tres barcos idénticos, según cuenta el diseñador de producción John Goldsmith, que tiene en su haber películas como No es país para viejos y El último samurai. «Organizamos una auténtica búsqueda y los compramos en diferentes puertos», dice. «Todos fueron importados, lo que complicó aún más la logística. Conseguimos reunirlos dos semanas antes del comienzo del rodaje».

A partir de entonces, las embarcaciones fueron sometidas a un duro tratamiento. «Creo que hicimos todo lo que puede hacerse filmando con un barco», dice el realizador. «Lo hundimos, lo volvimos a sacar a flote, lo hicimos pasar por una tormenta enorme, lo volcamos y volvimos a hundirlo. Era de suma importancia que supiéramos cómo reaccionan esas embarcaciones, cómo se adaptan al mar, cómo se hunden, y cuáles eran los diferentes elementos de los veleros para que la historia funcionara».

«No suele verse a alguien reflexionar en una película», explica Neal Dodson. «La mayoría de las películas están ‘muy cortadas’, y disfruto con esos montajes, pero esta no tiene nada que ver. Hay secuencias de acción, desde luego, pero la cámara también se recrea en el protagonista. Le vemos comiendo sopa, disfrutar de una copa de Bourbon, cocinar, o de pie bajo la lluvia».

En una escena memorable, «Nuestro hombre» está con agua hasta el pecho recuperando víveres del velero que se hunde lentamente. Decide hacer una pausa y, colocándose delante del espejo, se afeita quizá por última vez en su vida.

«Cada uno lucha contra la adversidad como buenamente puede», dice Robert Redford, «pero cuando las probabilidades en tu contra son tan enormes, te agarras a las cosas más cotidianas por muy raro que parezca».

J.C. Chandor solo usó efectos digitales para realzar la lejanía y el cielo, así como las olas que golpean el barco. Un equipo de SPIN VFX, con sede en Toronto, se encargó de los efectos visuales bajo la supervisión del propio J.C. Chandor y de Robert Munroe (X-Men).

Rodar en el agua siempre es complicado, y todavía más en una película sin una sola toma en tierra firme. El equipo filmó en varias zonas del Caribe y del Pacífico, entre otras frente a la costa de Ensenada, México, a unos 130 kilómetros de San Diego. Durante el rodaje, Robert Redford entró en un puerto capitaneando el Virginia Jean con un boquete abierto en un lado.

Las tomas acuáticas, los bancos de peces, las barracudas y las docenas de preciosos aunque aterradores tiburones se rodaron en las Bahamas, en la costa de Nassau y Lyford Cay, donde el equipo de rodaje submarino bajó a más de 30 metros de profundidad.

Las secuencias con los enormes buques de transporte se rodaron cerca de Los Ángeles, un poco más al sur del puerto de Long Beach, y también cerca de la isla Catalina.

Pero alta mar no es un sitio muy seguro para hundir un velero. Para el rodaje de estas escenas, la colisión con el contenedor y otras, los cineastas prefirieron recurrir a las piscinas de filmación más grandes del mundo en los Baja Studios de Rosarito Beach, en Baja California, México. Fueron construidas para el rodaje de Titanic, de James Cameron, que necesitaba un espacio muy controlado para las espectaculares escenas de la película.

Copyright del artículo © Hernán Migoya. Publicado previamente en Utero.Pe con licencia CC.

Copyright de imágenes y sinopsis © Lionsgate, Before The Door Pictures, Washington Square Films, Black Bear Pictures, Filmnation Entertainment, Treehouse Pictures, Universal Pictures. Reservados todos los derechos.

Hernán Migoya

Hernán Migoya es novelista, guionista de cómics, periodista y director de cine. Posee una de las carreras más originales y corrosivas del panorama artístico español. Ha obtenido el Premio al Mejor Guión del Salón Internacional del Cómic de Barcelona, y su obra ha sido editada en Estados Unidos, Francia y Alemania. Asimismo, ha colaborado con numerosos medios de la prensa española, como "El Mundo", "Rock de Lux", "Primera Línea", etc. Vive autoexiliado en Perú.
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