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Crítica: «¡Rompe Ralph!» (2012)

“Yo vivía como Robinson Crusoe. Era un náufrago entre ocho millones de personas, hasta que un día vi huellas en la arena y la encontré a usted”. Esta frase tomada de El apartamento puede servir perfectamente para hacer referencia a una pequeña maravilla que nos encontramos como aperitivo antes del plato fuerte de la sesión.

Gracias a esa estupenda costumbre que tiene Disney de acompañar cada uno de sus importantes estrenos de animación de un cortometraje hemos tenido la oportunidad de disfrutar de joyas de la narración breve que más adelante han obtenido el Óscar. En esta ocasión se trata de Paperman, una historia animada en blanco y negro y sin palabras que bien podría ser un homenaje a la citada obra maestra de Billy Wilder y que narra un delicioso y original encuentro entre dos personas en la jungla humana de la gran ciudad. Antes de meternos propiamente en materia era de justicia reconocer y recomendar esta delicatessen.

Una de las muchas virtudes con las que cuenta ¡Rompe Ralph! reside en el hecho de dar a conocer al mundo uno de los personajes que pasará, sin duda, a formar parte del Olimpo particular de la factoría Disney y que, además, llegará a tocar la fibra sensible del más pintado. Y no se trata de Ralph, el protagonista, sino de una niña gamberra, malcriada, indómita, grosera e impertinente a la par que entrañable, Vanellope Von Schweetz, el personaje atrapado en el juego Sugar Rush al que Ralph tendrá que ayudar.

Estamos hablando de juegos, sí, de maquinitas recreativas, esas que tantas horas de la juventud de muchos de nosotros se llevaron allá por los años ochenta y que han ido evolucionando y sobreviviendo a través del tiempo en las pantallas de consolas y ordenadores. Esta película es un homenaje a todo aquel mundo, con lo que se asegura la baza de seducir al público adulto que tuvo al control de sus mandos a Pac-Man, a Sonic, a los personajes del Street Fighter o del Donkey Kong.

Precisamente los guionistas y el impresionante equipo creativo de Disney se han basado en este último para inventarse el juego al que pertenece el protagonista de la película, que no es otro que Arréglalo-Félix Jr., en el que un habilidoso carpintero debe reparar los destrozos que el gigante Rompe-Ralph provoca en un edificio.

Al ser un videojuego de los años ochenta los personajes aparecen pixelados, con los típicos gráficos de ocho bits de la época, a diferencia de los protagonistas de los más modernos Sugar Rush o Hero´s Duty a los que vemos con una definición perfecta, en uno de los muchos aspectos cuidados hasta el mínimo detalle, como no podía ser de otra forma en un producto con un acabado técnico espectacular.

Para crear Hero´s Duty se han basado en los modernos juegos en los que un soldado en primera persona dispara a diestro y siniestro, es una clara referencia a títulos más recientes como Call of Duty.

Los responsables de un producto de este calibre no dan puntada sin hilo, cada franja de edad de los posibles espectadores de ¡Rompe Ralph! cuenta con sus propias referencias y chistes privados gracias a los que poder establecer una relación de complicidad con la película. Se trata de una práctica habitual en Hollywood, la diferencia reside en que en este caso se consigue con mucha gracia, buen hacer y sentido del humor por arrobas. Será de las veces que el product placement, las referencias a marcas comerciales que aparecen como publicidad encubierta en muchas producciones, está introducido con mucho más ingenio de lo que suele ser habitual e incluso aprovechando para hacer algún chiste, como en el caso de unas famosas galletas de chocolate rellenas de nata que forman parte del particular universo de Sugar Rush, el tercer videojuego en discordia, dentro del que sucede la mayor parte del argumento.

El equipo de dirección artística ha realizado un trabajo ingente para dar a luz un mundo hecho de golosinas y dulces gracias a una imaginación desbordante. Una creación digna de ser premiada.

Queda claro que, si detrás de todo este virtuosismo audiovisual no nos encontramos una buena historia, tan solo tendríamos un brillante continente vacío de contenido. De esta forma el disfrute va in crescendo a medida que se desarrolla la trama gracias a la indudable química que surge entre los personajes de Ralph y Vanellope y que contagia al espectador, sea cual sea su edad. Al fin y al cabo se trata de una historia de las que a Disney le gusta contar, blanca, en la que priman los valores, en la que cada uno se acepta como el ser imperfecto que es y respeta a los demás como son. La magia surge cuando a pesar de ser conscientes de todo esto nos vemos sorprendidos por los cineastas responsables del filme, con el director Rich Moore a la cabeza, y comprobamos cómo en dos secuencias muy concretas resbala alguna que otra furtiva lagrimilla mejilla abajo. Esos son los momentos que convierten un buen trabajo en algo más, que lo hacen especial.

Nos encontramos ante una película familiar, con toneladas de sentido del humor, amor, amistad, emoción, grandes dosis de acción y mucha, mucha imaginación. El juramento de los “malos” compendia todo lo que ¡Rompe Ralph! pretende transmitir: “Soy malo y eso es bueno. Jamás seré bueno y eso no es malo. No quiero ser nadie más y soy feliz.”

Copyright del artículo © Manu Zapata Flamarique. Reservados todos los derechos.

Copyright de las imágenes  © 2012 Walt Disney Animation Studios. Cortesía de The Walt Disney Company Spain. Reservados todos los derechos.