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Crítica: «Robin Hood» (Otto Bathurst, 2018)

En uno de sus libros, Peter Bogdanovich escribía que, a la hora de la verdad, cada generación de espectadores quiere que se le cuenten de nuevo las mismas historias. De ahí que cada vez que transcurre una nueva década, los veteranos se quejen al descubrir en la cartelera una nueva versión de viejas tramas que les hicieron soñar tiempo atrás.

Créanme, es algo que ha sucedido desde los tiempos del cine mudo. De hecho, cualquiera que investigue con una mínima seriedad la historia del celuloide, se encontrará con una constante sucesión de remakes, comprometidos con el estilo y los valores propios de su época.

La figura de Robin Hood aparece en el folklore del siglo XV, y desde entonces, sus encarnaciones literarias han sido tan numerosas como célebres. Como gran motor de la mitología occidental, el cine también ha prestado mucha atención a este personaje, hasta el punto de convertirlo en una presencia periódica (y familiar) en la gran pantalla y en la televisión. Así lo demuestra esta cinta de Otto Bathurst, un realizador entre cuyas experiencias previas figuran numerosos anuncios publicitarios y teleseries tan sólidas como Black Mirror y Peaky Blinders.

Lo cierto es que, apenas sin esfuerzo, el Robin Hood de Bathurst asume el espíritu de nuestro tiempo. El director deforma sin contemplaciones el estereotipo medieval, y al hacerlo, no tarda en guiñarnos el ojo, como si quisiera recordarnos que los efectos visuales, el anacrónico vestuario y las peleas más o menos frenéticas son lo que exige el público millennial.

¿Un Robin Hood posmoderno? Habrá quien lo quiera justificar de ese modo, y supongo que es lo esperable cuando las referencias que cabe destacar en este proyecto son los videojuegos, el cine bélico posterior a Black Hawk derribado y las películas de superhéroes.

Partiendo de esta filosofía, el nuevo Robin Hood cae en los mismos errores ‒y en alguno más‒ que otra producción previa de la misma compañía, Safehouse Pictures. Me refiero, claro, al desastroso Rey Arturo: La leyenda de Excalibur (2017), de Guy Ritchie.

En la piel de Robin de Loxley, Taron Egerton saca a relucir su simpatía, ya demostrada en las dos entregas de Kingsman. Egerton encaja en el papel, lo mismo que le sucede a Ben Mendelsohn como el maquiavélico Sheriff de Nottingham, o a Jamie Foxx como el exótico Yahya (atención al dato: un Little John árabe).

Jamie Dornan da vida a Will Scarlet con algún que otro giro en el personaje. Es algo que también le corresponde a Eve Hewson, que interpreta a una Marian más próxima a los valores actuales. Y para que no falte ni un solo cliché, y así lo políticamente correcto quede bien claro, F. Murray Abraham se ocupa de un Cardenal tan maléfico que, pese al talento de este actor, viene a ser un villano de tebeo.

A este Robin Hood le falta sólo un mínimo ingrediente tecnológico para convertirse en una distopía juvenil de ciencia-ficción. El esfuerzo a la hora de adaptar o retorcer todos los detalles para aproximarlos a la actualidad es tan llamativo que, finalmente, uno se pregunta si el pasado ‒aunque sea un pasado legendario‒ ha dejado de ser atractivo para el público más joven.

Dejando esa duda al margen, lo que resulta evidente es la falta de lógica interna de esta ruidosa producción, que prescinde del clasicismo para regalarnos una colección de vistosos salvapantallas.

Sinopsis

El curtido cruzado Robin de Loxley (Taron Egerton) y su antiguo enemigo John (Jamie Foxx) organizan una audaz sublevación contra la corrupta corona inglesa en una emocionante aventura de acción llena de increíbles proezas en el campo de batalla, alucinantes coreografías de lucha y un romance atemporal.

Puede que creas conocer la leyenda atemporal, pero nunca has visto a Robin Hood así.

Con un ritmo frenético que no da un segundo de respiro desde el primer instante, Robin Hood vuelve a presentar al emblemático forajido como el oscuro héroe de una turbulenta ciudad que lo necesita desesperadamente. En esta emocionante aventura de acción de nuestros tiempos, la primera sublevación de Robin contra un reino corrupto estalla para dar lugar a duras batallas, increíbles coreografías de lucha, una amistad irreverente y un romance atemporal. Esta nueva versión de Robin Hood se presenta con la gran escala que se merece el renacimiento de un superhéroe cinematográfico en 2018.

Con Taron Egerton encabezando el dinámico reparto, este Robin es un guerrero en la sombra completamente moderno. Aunque fuera de alta cuna como señor de Loxley, ahora regresa de la guerra convertido en un veterano traumatizado que lo ha perdido todo, incluido su verdadero amor, Marian [Eve Hewson]. Con la ayuda de John [Jamie Foxx], su otrora mortal enemigo también marcado por la guerra, Robin adopta un nuevo alter ego: el justiciero encapuchado que ataca a los poderosos en busca de justicia para el pueblo.

Fue la oportunidad de interpretar al legendario héroe, armado con su agudo ingenio y su infalible arco que no deja de escupir flechas, lo que animó a Egerton a darlo todo por este papel. «No hay nada de época o tradicional en esta película, y eso fue lo que me atrajo, porque no es el Robin Hood que hemos visto todos antes», explica Egerton. «Nuestro deseo era ir más allá de eso y crear algo que resultara muy actual. La película que hemos hecho avanza a un ritmo vertiginoso y es sumamente amena… hay una gran relación de amistad, un elemento romántico e innumerables secuencias de acción espectaculares».

Jamie Foxx, que interpreta al rival convertido en mentor de lengua afilada de Robin, agrega: «El director, Otto Bathurst, y el productor, Leonardo DiCaprio, tenían una visión de Robin Hood que ofrecía una perspectiva nueva y original de la historia. La acción, los personajes e incluso el vestuario tienen todos un giro alucinante. Este Robin Hood tiene identidad propia, que te lleva a un lugar inesperado».

La imaginación humana se ha aferrado tanto al mito de Robin Hood que esta historia se ha contado, vuelto a contar y contado de nuevo durante unos 800 años de cambios enormes en la sociedad humana. Desde el siglo XV, cuando Robin y su banda de alegres compañeros figuraron por primera vez en una serie de baladas como rebeldes que defendían a los oprimidos de Nottingham, Robin ha inspirado a innumerables escritores, artistas, narradores y cineastas, cada uno de los cuales ha ajustado al personaje para que encaje mejor con cada época.

En el cine, ha habido infinidad de Robin Hoods: Douglas Fairbanks fue un Robin Hood mudo, Errol Flynn fue un Robin más aventurero, Margaret Rutherford fue la primera mujer Robin, Frank Sinatra fue un Robin mafioso, Sean Connery fue un Robin más maduro y romántico, Kevin Costner fue un Robin ingenioso y John Cleese y Cary Elwes fueron Robins absolutamente cómicos, por mencionar unos cuantos.

Bathurst tiene una idea muy clara sobre por qué nos sigue encantando el concepto de Robin Hood en la actualidad. «Pensé mucho en Robin y en lo que representaba para mí. No te conviertes en leyenda simplemente por robar unas cuantas bolsas de monedas de los ricos para dárselas a los pobres. O sea, mola que hiciera eso, pero no es icónico», opina. «La verdadera razón por la que Robin Hood lleva siendo un héroe desde hace 800 años es que era una auténtica espina clavada en la sociedad, el gobierno, el sistema. Por eso la gente lo sigue adorando, porque es un símbolo de esa voz que se rebela contra el statu quo del que todos somos responsables. Es un reflejo de todos nosotros, en el sentido de que no tiene poderes especiales ni nació siendo superhéroe, es simplemente un hombre corriente que está dispuesto a hacer lo que sea necesario para conseguir cambiar las cosas y a sacrificar su propia comodidad por el bien mayor. Todos hemos sido testigos de la opresión, la corrupción y los abusos en diferentes formas, pero muy pocos podemos decir que hemos hecho verdaderamente algo al respecto, de modo que la historia de un tipo que está dispuesto a jugarse el pescuezo, dispuesto a luchar por la verdad, es una historia que hace falta contar ahora más que nunca y con la que todos podemos claramente conectar».

Una parte importante de reinventar el mito de Robin Hood pasaba por construir un mundo para los personajes que fuera visualmente original, pero al mismo tiempo diera la sensación de estar tan vivo como el nuestro. Bathurst estaba encantado con el reto de crear su propia visión de Nottingham desde cero. Tenía una imagen mental de una ciudad llena de grandeza elegante, pero también salpicada de minas atestadas de hollín y extensos barrios bajos, reflejo de la brecha entre los ricos y los pobres.

En contra de toda noción de «película de época», Bathurst se imaginó un entorno con influencias de una amplia variedad de estilos arquitectónicos, desde la Europa medieval al estilo panasiático del siglo XVIII o el brutalismo del siglo XX. Reclutó a una serie de colaboradores clave para ayudarle a hacer realidad la escala del filme, entre ellos el director de fotografía George Steel, que había trabajado con Bathurst en Peaky Blinders, el diseñador de producción Jean-Vincent Puzos (Z, la ciudad perdida) y el diseñador de vestuario Julian Day (Rush).

Puzos tuvo que afrontar la enorme tarea de construir la nueva Nottingham desde cero. «En mis conversaciones iniciales con Otto, hablamos de Nottingham como si fuera un crisol de influencias culturales», recuerda Puzos. «Hay influencias de Frank Lloyd Wright, influencias de Bugatti e inspiración del movimiento neogótico del siglo XIX. Nuestra única regla era que no había reglas».

Robin Hood se filmó en tres países distintos a lo largo de cuatro meses, empezando por la histórica ciudad amurallada de Dubrovnik, Croacia, donde se ambientan numerosas escenas evocadoras de Juego de tronos. Allí, el equipo de rodaje convirtió un granero abandonado de tres plantas en la mansión Loxley, que destrozan e incendian mientras Robin está en la guerra, dejando una estructura que refleja el estado mental destrozado de Robin.

En Budapest, Hungría, la película se rodó en los estudios Korda, donde Puzos y su equipo simularon el desierto sirio, repleto de trincheras de 1,82 m de profundidad. El campamento de los cruzados, flanqueado de banderas, tiendas e iconografía religiosa, sirve para que Robin se de cuenta por primera vez de que los soldados están siendo utilizados para llenar las arcas de los ricos. En línea con la actitud moderna de la película, Bathurst estaba decidido a mostrar también las Cruzadas de una forma actualizada, como una guerra en primer plano. El director explica: «Las Cruzadas fueron guerras brutales, y las batallas eran tan terriblemente reales para los soldados como lo es la guerra para nuestros chicos en el siglo XXI. Así que nos fijamos en películas como Black Hawk derribado, En tierra hostil (The Hurt Locker) y El único superviviente. La indicación que le di a George fue: ¿Qué pasaría si mandaras a un fotógrafo de guerra de la agencia Magnum al siglo XII?».

Copyright del artículo © Guzmán Urrero. Reservados todos los derechos.

Copyright de imágenes y sinopsis © Summit Entertainment, Appian Way Productions, Safehouse Pictures, Thunder Road Films, Lionsgate, eOne Films Spain. Reservados todos los derechos.

Guzmán Urrero

Colaborador de "La Lectura", revista cultural de "El Mundo". Tras una etapa profesional en la Agencia EFE, se convirtió en colaborador habitual de las páginas de cultura del diario ABC y de revistas como "Cuadernos Hispanoamericanos", "Álbum Letras-Artes" y "Scherzo".
Como colaborador honorífico de la Universidad Complutense de Madrid, se ocupó del diseño de recursos educativos, una actividad que también realizó en instituciones como el Centro Nacional de Información y Comunicación Educativa (Ministerio de Educación, Cultura y Deporte).
Asimismo, accedió al sector tecnológico como autor en las enciclopedias de Micronet y Microsoft, al tiempo que emprendía una larga trayectoria en el Instituto Cervantes, preparando exposiciones digitales y numerosos proyectos de divulgación sobre temas literarios y artísticos. Es autor de trece libros (en papel) sobre arte y cultura audiovisual.