Desde hace muchas décadas, y desde hace muchas películas, la industria británica se ha especializado en producciones como El discurso del rey: dramas históricos, de ambientación genuina y elegante, protagonizados por magníficos intérpretes que acaban seduciendo a un público masivo.
En toda producción de época, sobre todo si es inglesa, el actor es con mucho el elemento más distinguido. Por encima del diseño artístico o del vestuario, son los intérpretes quienes logran introducirnos en la máquina del tiempo, como si el desplazamiento de la cámara fuese una cuenta atrás del calendario.
El discurso del rey (The King’s Speech) aborda un episodio sugestivo, de esos que desafían a la eternidad. Colin Firth da vida a Jorge VI, el monarca que superó su tartamudez en un momento providencial, gracias a los inusuales métodos del excéntrico logopeda australiano Lionel Logue, encarnado por Geoffrey Rush.
De la mano del realizador Tom Hooper, todo en esta película adquiere esa brillante pátina de la sofisticación británica. Ver El discurso del rey es asistir a una ceremonia del talento. Si Firth y Rush enlazan sus interpretaciones como dos titanes sobre un escenario, Helena Bonham Carter alumbra su papel con una sabiduría que sólo poseen los cómicos más privilegiados.
Como manda la tradición del género, este sortilegio se prolonga en los actores de reparto. Derek Jacobi extrae pepitas de oro de su antipático personaje, el arzobispo Cosmo Lang. Michael Gambon acuña un hechizo especial evocando al rey Jorge V. Guy Pearce está espléndido como el Eduardo VIII. Incluso Timothy Spall se apodera de las breves escenas en las que aparece personificando a Winston Churchill.
Existe en la película de Tom Hooper una sensibilidad especial: un optimismo y una honradez que se cuelan en cada plano, y que llegan con fluidez al espectador.
Sin efectismos, con una puesta en escena invisible, el director nos conduce al corazón de los personajes. No ver a estas alturas que eso es cine con mayúsculas equivale a ignorar que interpretaciones como las de Firth o Rush son un patrimonio a preservar.
¿Y qué decir del guión? Por muchos motivos se advierte que, en un primer momento, fue escrito como obra teatral. De hecho, fue la productora Joan Lane quien pensó que a este libreto le aguardaba un mejor futuro en el cine. De este modo, lo que iba a ser un montaje del West End londinense, acabó estrenándose como un lanzamiento cinematográfico, respaldado oportunamente por el UK Film Council.
Dotada de simpatía, ternura, entusiasmo y emoción, El discurso del rey es una de esas películas que, sin perder comercialidad, apelan a la inteligencia del espectador.
Sinopsis
A la muerte de su padre, el rey Jorge V (Michael Gambon), y tras la escandalosa abdicación del rey Eduardo VIII (Guy Pearce), Bertie (Colin Firth), afectado desde siempre de un angustioso tartamudeo, asciende de pronto al trono como Jorge VI de Inglaterra.
Su país se encuentra al borde de la guerra y necesita desesperadamente un líder, por lo que su esposa Isabel (Helena Bonham Carter), la futura reina madre, le pone en contacto con un excéntrico logopeda llamado Lionel Logue (Geoffrey Rush).
A pesar del choque inicial, los dos se sumergen de lleno en una terapia poco ortodoxa que les llevará a establecer un vínculo inquebrantable.
Con el apoyo de Logue, su familia, su gobierno y Winston Churchill (Timothy Spall), el rey supera su afección y pronuncia un discurso radiofónico que inspirará a su pueblo y lo unirá en la batalla.
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