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Crítica: «El autor» (Manuel Martín Cuenca, 2017)

Unas curiosas superposiciones concéntricas muestra la película de Martín Cuenca El autor, cuyo coguionista es Alejandro Hernández. No haré crónica de cine sino una reflexión veloz sobre lo que el título anuncia, la autoría.

En efecto, el relato del que se extrajo el guión es de Javier Cercas, un narrador afecto a novelar acontecimientos y personajes históricos documentados. Es decir: que la materia informativa de sus libros viene digamos que del exterior al texto. Cuenta aquí la historia de un hombre que quiere ser escritor, que quiere escribir una novela que lo cuente todo, que quiere proveerse de realidad circundante y que quiere intervenir en esa realidad para que le sirva de elemento a su novela. Cercas, evidentemente, ha jugado irónicamente su fábula. Ha hecho de su personaje un papanatas que es capaz de vivir una serie de papanatadas tales que le sirvan para urdir la deplorable historia que Cuenca ha terminado filmando.

Lo reflexivo del caso es un problema antiguo, diría que clásico –léase: irreductible– del arte: la relación entre el espacio interno de la obra y el espacio exterior que solemos denominar realidad. Desde luego, aquí se abre un asunto filosófico respecto a lo que sea la realidad. Más ceñidamente: qué calidad tiene. Que no cunda el pánico. No he de tratarlo ahora.

Cercas es un escritor realista, es decir que cree que existe una realidad ya estrictamente real, construida y resuelta. El escritor habrá de explorarla, recoger documentos y pruebas empíricas – la más frecuente: la observación – y confiar en dos cosas principales: su facultad de llegar a conocer la realidad y la docilidad de lo real, que se deja penetrar por las percepciones del escritor. Luego vendrá el hallazgo del lenguaje justo y apropiado, porque la palabra es también dócil a la habilidad del escritor. Que ha de hacerlo todo como el profesor del taller literario dictamina que debe hacerse y el alumno pone a prueba: con dos c…En efecto, se coloca en pelota ante la mesilla del ordenador y sitúa lo que hay que situar donde hay que situarlo.

Con dos c… retratar este mundo de m… lleno de hijos de p…Así se consigue llegar a ser un autor. Aunque esté casado con una escritora de gran éxito, que misteriosamente también escribe con sus dos c…

Sinopsis

Álvaro quiere ser escritor, pero todo lo que escribe es falso, pretencioso, insípido. Trabaja como escribiente en una notaría de Sevilla y su vida es gris, coloreada sólo por sus sueños. Su mujer, Amanda, es todo lo contrario. Siempre ha tenido los pies en la tierra y nunca ha soñado con ser escritora. Sin embargo, es ella la que se pone a escribir y le sale un best-seller. Ironías de la vida.
La separación es inevitable. Y en ese momento, Álvaro decide afrontar su sueño: escribir una gran novela. Pero es incapaz; no tiene talento ni imaginación. Guiado por Juan, su profesor de escritura, indaga en los fundamentos de la novela, hasta que un día descubre que la ficción se escribe con la realidad. Álvaro comienza a manipular a sus vecinos y amistades para crear una historia, una historia real que supera a la ficción.

Memoria del director
«Siempre me he preguntado lo que significa el talento. Es una palabra que suena demasiadas veces en boca de la gente y en la que creo poco. Porque tener talento, así en abstracto, es menos que nada. Lo importante es el hacer. Ahí es donde se demuestra todo. Y ese hacer depende de la voluntad, del deseo, de la determinación. Se puede hacer sin talento, pero no se puede hacer sin esa voluntad y determinación que nos llevan a emprender y terminar cualquier obra. El tema de la falta de talento, del bloqueo creativo y de la lucha titánica para superarlo es algo que siempre me ha fascinado porque creo que, en realidad, nadie tiene talento. El talento no existe. La generación de una obra, como la generación de una vida, es lo que surge de la repetición del fracaso hasta encontrar la excepción.

Esta película va sobre el esfuerzo para crear. El tema es serio, o al menos eso nos puede parecer a los que nos dedicamos a esto, pero no creo que deba tomarse en serio. Por eso hemos decidido reírnos de él, de su intensidad y angustia, y hemos preferido contarlo con ironía. Es lo que me atrajo desde el primer momento de la novela de Javier Cercas, «El Móvil». La precisa descripción de una vida metódica y llena de pasión, pero la opacidad y torpeza de quien la vive. En el fondo, su humanidad. ¿Qué estamos dispuestos a hacer para crear una obra y hasta dónde estamos dispuestos a llegar? El proceso artístico tiene algo de neurótico, por no decir todo. Cruzamos las líneas sin darnos cuenta. Y llegamos a ser ridículos o gloriosos sin tampoco darnos cuenta. ¿Merece la pena? ¿Habremos conseguido algo?… Probablemente nunca lo sabremos, porque cualquier éxito es un espejismo.
El día que conocí a Javier Cercas para hablar de la adaptación de su novela hablamos de esto. Él insistió con mucha razón en que nunca supiéramos si Álvaro llega a escribir una gran novela o no. La ambigüedad. Ésa es la naturaleza de la obra. Lo que importa no es saber si Álvaro se ha convertido en un gran escritor sino su obsesión por levantar la palabra y materializarla al precio que sea.
Humor. Humor negro. Javier Gutiérrez encarna al actor ideal para hacer esta película. Desde las primeras líneas de escritura pensamos en él e imaginamos su rostro y su cuerpo encarnando a Álvaro. Un hombre pequeño que quiere ser grande y que quizás lo sea… o no. Porque por el camino perderá todo: su mujer, su moral, su dignidad, la posibilidad de un nuevo amor… y la libertad. Pero conseguirá lo que sueña: escribir. ¿Cómo contar el precio espiritual que paga sin caer en la solemnidad?…. La elección ha sido reírnos de nosotros mismos. Y eso es lo que he tratado de hacer como director. Reírme de lo que me importa. Burlarme de mi pasión y mi vida, y encontrar el humor en la negrura y la desesperación.
El autor no es una película realista o costumbrista. No puede serlo. El universo de la ciudad de Sevilla está muy estilizado. La historia es, más que nunca, una representación. El arte y las localizaciones reflejan la psicología del protagonista. La negrura de infertilidad como autor y la página en blanco a la que se enfrenta en su nueva casa. Las sombras son la escritura de la realidad, la fantasía de la realidad imaginada. Lo posible se encarna en historia y lo real se confunde con lo imaginado. Para mí, la película es una broma macaba en tono de suspense. Y el final, objetivamente negro, es paradójicamente un final feliz para el protagonista. Álvaro es un genio o un imbécil. No importa. Es lo que todo artista es: un manipulador y un iluso» (Manuel Martin Cuenca)

Copyright del artículo © Blas Matamoro. Reservados todos los derechos.

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Blas Matamoro

Ensayista, crítico literario y musical, traductor y novelista. Nació en Buenos Aires y reside en Madrid desde 1976. Ha sido corresponsal de "La Opinión" y "La Razón" (Buenos Aires), "Cuadernos Noventa" (Barcelona) y "Vuelta" (México, bajo la dirección de Octavio Paz). Dirigió la revista "Cuadernos Hispanoamericanos" entre 1996 y 2007, y entre otros muchos libros, es autor de "La ciudad del tango; tango histórico y sociedad" (1969), "Genio y figura de Victoria Ocampo" (1986), "Por el camino de Proust" (1988), "Puesto fronterizo" (2003), Novela familiar: el universo privado del escritor (Premio Málaga de Ensayo, 2010) y Cuerpo y poder. Variaciones sobre las imposturas reales (2012)
En 2010 recibió el Premio ABC Cultural & Ámbito Cultural. En 2018 fue galardonado con el Premio Literario de la Academia Argentina de Letras a la Mejor Obra de Ensayo del trienio 2015-2017, por "Con ritmo de tango. Un diccionario personal de la Argentina". (Fotografía publicada por cortesía de "Scherzo")