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Crítica: «Cruella» (Craig Gillespie, 2021)

Cuando uno revisa la mayoría de las versiones en imagen real de los clásicos Disney, lo que llama la atención no es lo comercial del asunto, sino su reflejo del punto de vista contemporáneo. Los héroes y los villanos de otros tiempos se han puesto al día, y cuando sus aventuras transmiten una idea, ésta suele coincidir, punto por punto, con la agenda contemporánea.

Los aciertos narrativos ‒esa ya es otra cuestión‒ están distribuidos de forma asimétrica, y lo mismo nos encontramos con películas bien construidas que con artefactos difíciles de digerir. Por suerte, Cruella pertenece a la primera categoría. A pesar de alguna que otra inconsistencia, se nota que detrás del proyecto hay un director con las ideas claras, Craig Gillespie, empeñado en repetir ciertos detalles que todos aplaudimos en su anterior película, Yo, Tonya.

La franquicia de los 101 dálmatas siempre ha presumido de modernidad. Recordemos que tras el último grán clásico animado de Disney, La bella durmiente, estrenada el 29 de enero de 1959, la empresa no pudo cuadrar sus cuentas y se vio obligada a despedir a la inmensa mayoría de sus animadores. Con el equipo humano reducido al mínimo, la compañía tuvo que emplear una técnica diseñada por Ub Iwerks: la xerografía, que permitía fotocopiar los dibujos sobre el acetato. Tras varias pruebas, el novedoso sistema se empleó para completar en apenas dos años, y con un ahorro de trabajo y presupuesto muy significativo, ese nuevo largometraje, 101 dálmatas, estrenado el 25 de enero de 1961.

El film, basado en una novela infantil de Dodie Smith, presentaba otras novedades. Se ambientaba en un escenario contemporáneo, carecía del detallismo de los films de la edad dorada ‒de hecho, hay momentos que están a un paso de la animación limitada‒ y jugaba con referencias más cercanas al cine de la época. Sin duda, el principal responsable de su éxito fue el animador Marc Davis, artífice de ese inolvidable personaje que es Cruella De Vil. Inspirada en Bette Davis, Rosalind Russell y Tallulah Bankhead, Cruella cobró vida gracias a la nicotínica voz de Betty Lou Gerson y al genio de Davis como dibujante.

Mala sin fisuras, melodramática y excesiva, esta archivillana se distanciaba de otras creaciones de Davis ‒Maléfica, por ejemplo‒, tanto por su extravagancia decadente como por su delirio. Esto último es lo que explotó Glenn Close a la hora de protagonizar las dos producciones de John Hughes101 dálmatas: ¡Más vivos que nunca!, de 1996, y 102 dálmatas, de 2000‒, y también es lo que nos encontramos, con bastantes matices, en la Cruella de Craig Gillespie.

Aline Brosh McKenna, guionista de El diablo viste de Prada (2006), retoma algunos elementos argumentales de aquella comedia para hilvanar la historia de este nuevo film, cuya estructura, salvando las distancias, se asemeja a las historias de origen típicas del cine de superhéroes.

Ambientada en el Londres de los setenta, la película aprovecha muy bien dos ases que nunca esconde en la manga. Por un lado, una ambientación (cortesía de Martin Foley y Fiona Crombie) y un vestuario (obra de la gran Jenny Beavan) absolutamente suntuosos. Y por otro, una banda sonora omnipresente pero contagiosa, con clásicos de Nina Simone, Supertramp, Queen, Blondie, Nancy Sinatra, los Doors, la Electric Light Orchestra y los Clash. No creo, por si hace falta aclararlo a estas alturas, que esa inmersión sonora sea una trampa o un truco fácil. Lejos de ser un estorbo, las canciones imprimen un ritmo decisivo a la cinta y forman parte de su espíritu.

El planteamiento narrativo de Craig Gillespie oscila entre el drama dickensiano, el musical videoclipero y el testimonio pop, a lo Yo, Tonya. A pesar de su larguísima duración, el espectáculo mantiene el tipo y merece atención.

Lo que hubiera podido ser, por cierta actitud gótica, un simple remedo del cine de Tim Burton, se convierte, sobre todo a partir del segundo acto, en un producto con personalidad propia.

Los guionistas Dana Fox y Tony McNamara (La favorita) firman las últimas reformas del libreto que comenzaron a escribir McKenna, Kelly Marcel y Steve Zissis. En este caso, los aciertos de la puesta en escena contrastan con ciertas fragilidades en dicho guión: ¿Por qué Cruella nunca llega a ser el enemigo público que vimos en el original de 1959? ¿Blanquear sus intenciones y atenuar su locura es un acierto, o en realidad, es un cómodo tributo al revisionismo generalizado?

En realidad, casi no nos da tiempo a pensar en ello. El modo tan fluido en que las dos protagonistas canalizan el relato impide ese tipo de reflexiones, que solo llegan a última hora, o incluso después de ver la película.

Ese dúo rival que forman Emma Stone (Cruella) y Emma Thompson (la pérfida Baronesa) genera tal voltaje y modula tantos matices que los fallos en otros apartados casi dejan de importar.

Para compensar el creciente divismo de los dos personajes femeninos, el largometraje cuenta con cuatro figuras complementarias: los ladrones Jasper (Joel Fry) y Horace (Paul Walter Hauser) ‒tomados del film original‒, el mayordomo John (Mark Strong) y ese émulo fallido de Bowie que es Artie (John McCrea), dueño de una tienda de ropa y fiel aliado de Cruella.

Estilizada, vibrante y bien resuelta en términos visuales, la película hubiera podido volar aún más alto con un guión valiente y de mayor sutileza.

Ya sé que decir esto último es lo habitual entre los críticos, que siempre optamos por comprar el billete después del sorteo. A estas alturas, pedirle valentía a un estudio tan grande, y con tantas burbujas de poder, es toda una ingenuidad.

Sinopsis

La ganadora de un Óscar® Emma Stone (La ciudad de las estrellas) protagoniza Cruella de Disney, un nuevo largometraje de acción real sobre los rebeldes comienzos de una de las villanas más conocidas del cine y famosa por su elegancia: la legendaria Cruella de Vil. Cruella, ambientada en el Londres de los años 70, en plena revolución del punk rock, muestra a una joven estafadora llamada Estella, una chica inteligente y creativa decidida a hacerse un nombre con sus diseños. Se hace amiga de dos jóvenes ladrones que valoran su afán por cometer fechorías, y juntos logran ganarse la vida en las calles de Londres. Un día el talento de Estella para la moda llama la atención de la baronesa von Hellman, una leyenda de la moda que es increíblemente elegante y terriblemente distinguida, interpretada por la ganadora de dos Óscar® Emma Thompson (Regreso a Howards End, Sentido y sensibilidad). Pero esta relación pone en marcha una serie de acontecimientos y revelaciones que harán que Estella asuma su lado malvado y se convierta en la estridente, moderna y vengativa Cruella.

La película Cruella de Disney está dirigida por Craig Gillespie (Yo, Tonya) a partir de un guión de Dana Fox y Tony McNamara, con historia de Aline Brosh McKenna y Kelly Marcel & Steve Zissis. Producida por Andrew Gunn (Ponte en mi lugar), Marc Platt (El regreso de Mary Poppins) y Kristin Burr (Christopher Robin), con Emma Stone, Michelle Wright, Jared LeBoff y Glenn Close como productores ejecutivos. La diseñadora de vestuario Jenny Beavan (Mad Max: Furia en la carretera, Una habitación con vistas), ganadora de dos Óscar®, crea el deslumbrante e imaginativo vestuario, que cobra vida propia.

Copyright del artículo © Guzmán Urrero. Reservados todos los derechos.

Copyright de imágenes y sinopsis © Walt Disney Pictures, Gunn Films, Marc Platt Productions, Walt Disney Studios Motion Pictures. Reservados todos los derechos.

Guzmán Urrero

Colaborador de "La Lectura", revista cultural de "El Mundo". Tras una etapa profesional en la Agencia EFE, se convirtió en colaborador habitual de las páginas de cultura del diario ABC y de revistas como "Cuadernos Hispanoamericanos", "Álbum Letras-Artes" y "Scherzo".
Como colaborador honorífico de la Universidad Complutense de Madrid, se ocupó del diseño de recursos educativos, una actividad que también realizó en instituciones como el Centro Nacional de Información y Comunicación Educativa (Ministerio de Educación, Cultura y Deporte).
Asimismo, accedió al sector tecnológico como autor en las enciclopedias de Micronet y Microsoft, al tiempo que emprendía una larga trayectoria en el Instituto Cervantes, preparando exposiciones digitales y numerosos proyectos de divulgación sobre temas literarios y artísticos. Es autor de trece libros (en papel) sobre arte y cultura audiovisual.