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Crítica: «Cincuenta sombras de Grey» (2015), de Sam Taylor-Johnson

Confieso que fui a ver la película de Sam Taylor-Johnson Cincuenta sombras de Grey sin la menor expectativa de hallar un buen filme. Me atraían dos elementos de sociología literaria, dicho con plena pedantería: el aspecto de correcta marujona de la autora del libro E.L. James y el hecho de que lleve vendidos cien millones de ejemplares. Conste mi admiración por las correctas marujonas que escriben novelas si se llaman, por ejemplo, Jane AustenVicki Baum o Daphne Du Maurier.

La cosa es mala, malísima y tonta, tontísima, y hay que ser retonto para hacer el ídem en una película cuasi pornográfica. Porque hay una porno lista y hasta de buen efecto, por ejemplo la didáctica. Pero ésta, ni eso. O, yendo al otro extremo, si se hubiese quedado en los arranques, cuando está por ser la historieta de la estudiantita modesta, nerviosa y virginal que se enrolla con el millonario guapo, adusto y cargado de ganas de algo o de Algo. O, siempre en plan cuentecillo de hadas, una enésima versión de Barba Azul, el gran señor que vive en enormes mansiones desoladas, impolutas y brillosas ‒¿dónde estará el personal de servicio que las mantiene y jamás se muestra?– con antesalas y recovecos aptos para guarradas góticas.

Sé que la fábula ha sido tachada de misógina, lo cual hablaría mal, en caso de ser cierta, de sus admiradoras. Yo me atrevo a decir lo contrario. Quien hace el primo aquí es el varón, por más millones, dorsales, pectorales y Armanis que luzca, porque intenta que la chica firme un contrato de sumisión al estilo de Sacher-Masoch y no lo consigue, volviéndose ella el ama y cobrándole los favores con viajazos, cochazos, modelazos, hotelazos, restaurantazos y palacetazos de vértigo. Y hasta se da el lujo de  plantarle cara, abandonarlo y, dicho en buen argentino, colgarle la galleta al final cuando el chico se pasa de cruel con la fusta.

Como desde el principio percibí la enormidad del bodrio, para entretenerme dediquéme al análisis estructural, cosa de mi juventud en el Buenos Aires del sesenta. La cinta abunda en escenas de sexo, los dos al natural, con el detalle sombrío que sugiere el título y enseguida señalaré. La piba es efébica y la vemos horizontal y vertical, de frente y de contrafrente, acostada, arrodillada y colgada, acariciada, besada, lamida, chupada, cosquilleada y tal vez dulcemente mordida por Mister Grey quien, a veces, se atreve a internarse por sus diversos accesos. Ella la pasa bomba, rebomba y nos enteramos de cerca. Él, en cambio, no se inmuta, actúa como una suerte de funcionario del sexo, con expresión adusta, ajena al orgasmo. Parece que le han encomendado el servicio aunque sabemos que es el Paganini del concierto. Y –ahora viene la sombra– por más que la cámara nos dé noticias de ambos cuerpos en pelota picada, nunca le vemos la entrepierna, donde parece que reinan las famosas cincuenta sombras. Lo peor del caso es que la moza no digamos que lo toca, porque lo tiene prohibido y obedece, sino que ni siquiera lo mira, pasa olímpicamente de la sombría pertenencia viril.

Bueno, hasta aquí la lectura estructural. Ahora, que pase el psicoanalista y diga lo suyo. ¿Estamos o no estamos ante un posible paradigma de la sexualidad posmoderna donde se corona a la mujer como Reina del Falo? Continúa en las próximas cincuenta, ya que la cosa, si no va en serio, va en serie.

Sinopsis

Jamie Dornan (las series «La caza», «Érase una vez») y Dakota Johnson (La red social, Infiltrados en clase) dan vida al multimillonario hombre de negocios Christian Grey y a la curiosa universitaria Anastasia Steele.

En una historia que gira en igual medida en torno a la redención del intocable Christian y a la liberación de la poco experimentada Anastasia, los lectores han dotado a los personajes de vida propia mientras leían acerca de sus defectos y puntos débiles. A través de dichos personajes, incluso han llegado a explorar sus fantasías y deseos.

Dirigida por Sam Taylor-Johnson (Nowhere Boy) a partir de los libros de la autora E L James (cuyo nombre real es Erika Mitchell), esta erótica historia de amor verdadero nos lleva a lo más profundo de un mundo misterioso donde se exploran con franqueza la relación hombre-mujer… y los límites de hasta dónde queremos llegar o que nos lleven.

Copyright del artículo © Blas Matamoro. Reservados todos los derechos.

Copyright de sinopsis e imágenes © Focus Features, Michael De Luca Productions, Trigger Street Productions. Cortesía de Universal Pictures. Reservados todos los derechos.

Blas Matamoro

Ensayista, crítico literario y musical, traductor y novelista. Nació en Buenos Aires y reside en Madrid desde 1976. Ha sido corresponsal de "La Opinión" y "La Razón" (Buenos Aires), "Cuadernos Noventa" (Barcelona) y "Vuelta" (México, bajo la dirección de Octavio Paz). Dirigió la revista "Cuadernos Hispanoamericanos" entre 1996 y 2007, y entre otros muchos libros, es autor de "La ciudad del tango; tango histórico y sociedad" (1969), "Genio y figura de Victoria Ocampo" (1986), "Por el camino de Proust" (1988), "Puesto fronterizo" (2003), Novela familiar: el universo privado del escritor (Premio Málaga de Ensayo, 2010) y Cuerpo y poder. Variaciones sobre las imposturas reales (2012)
En 2010 recibió el Premio ABC Cultural & Ámbito Cultural. En 2018 fue galardonado con el Premio Literario de la Academia Argentina de Letras a la Mejor Obra de Ensayo del trienio 2015-2017, por "Con ritmo de tango. Un diccionario personal de la Argentina". (Fotografía publicada por cortesía de "Scherzo")